Madres
“¡Valiendo madre y llamando al Santo!”, es un popular refrán de la picaresca mexicana, muy utilizado cuando ocurre una situación inevitable y generalmente irresoluble.
Por eso mismo presento hoy aquí, en este prestigioso espacio y en exclusiva mundial, una colección de jocosos chistoretes de madrecitas, pero no de las que todos tenemos como autoras de nuestros días, sino de monjas, religiosas o sores.
Va.
1.- Iba caminando una monjita por la acera de una calle. Por el lado contrario venía un borrachín, el cual, al verla, se le lanza raudo y veloz, la toma de la cabeza, le aplica una llave quebradora y una hurracarrana, luego unas patadas voladoras y finalmente, una Nelson invertida. La religiosa queda tendida en el piso, toda adolorida.
El beodo entonces le dice en tono triunfal: “¡Te gané, Batman! ¡Te gané!”
2.- ¡Madre Superiora!¡Madre Superiora! Ayer por la noche entró un ladrón al convento y me violó.
-Corra, exprima 20 limones y tome el jugo de un solo trago.
-¿Y con eso quedaré limpia de pecado?
-No. ¡Con eso se le va a borrar la cara de felicidad que trae!
3.- Al morir, una monja dejó un recado póstumo: “Quiero que pongan en mi lápida la siguiente frase: Nací virgen, viví virgen y morí virgen”.
Luego de ver el mensaje, el marmolista empezó a construir la lápida, pero al notar que no cabían todas las palabras, lo sintetizó de esta manera: “Devuelta sin usar”.
4.- Sor Rita estaba hasta la ídem de su nombre. Sus compañeras le hacían bullying porque al decirlo todo de corrido, parecía que decían “zorrita”.
Así que fue con la Madre Superiora y propuso que se hiciera una reunión general en el convento para cambiar el nombre a todas las hermanas.
La petición fue aceptada, y entonces, se reunieron todas las sores y madres en el patio principal. Se propuso que se pusieran diferentes nombres en una tómbola para que pasaran cada una de ellas y tomaran un papelito. Sería la suerte la que decidiría qué nombre llevarían de ahí en adelante, per sécula seculorum, amén.
Sor Rita, llena de nerviosismo, se formó al último.
Todas fueron pasando a la urna. Sor María sacó un papel y vio que decía: “Sor Juana”, y se retiró contenta con su nuevo nombre.
Total, solo quedaba el último papel en la tómbola y Sor Rita pasó finalmente. Todas se arremolinaron alrededor de ella. Metió la temblorosa mano y sacó el papel.
Presa de la angustia, desdobló el papelito y mostró su nuevo nombre. ¿Cuál creen que le tocó?
(Se oye un toque de redobles y después se hace un pesado silencio en la columna).
Resulta que el nombre que la monjita sacó, después de sufrir durante años el acoso de sus hermanas fue…
Pero antes, contaré el último chiste. Los más desesperados pueden saltarse hasta donde dice: “Pues resulta que el nombre que le tocó a sor Rita fue…”
Una monjita va al médico con un ataque de hipo que ya le había durado un mes.
-Doctor, tengo un ataque de hipo que ya me ha durado un mes y no me deja vivir. No duermo, no como, ya me duele el cuerpo de tanto movimiento compulsivo involuntario.
-Tiéndase en la camilla, hermana, la voy a examinar.
-Muy bien, doctor.
-Resulta que está usted embarazada.
La religiosa sale despavorida del consultorio, se va al convento y se encierra en su cuarto.
Una hora después la Madre Superiora llama al doctor y le dice:
-Doctor, ¿qué le ha dicho a la hermana Teresa que ha llegado toda asustada?
-Verá, madre. Como tenía un fuerte ataque de hipo le di un susto para que se le quitara, y supongo que habrá dado efecto, ¿no?
-Sí, la hermana ya no tiene hipo, ¡pero el señor cura se ha tidado del campanario!
Ahora sí, viene la conclusión del curioso y nunca igualado chiste de sor Rita, la monjita que quería cambiar de nombre porque al decirlo de corrido se escuchaba como “zorrita”.
Pues resulta que el nombre que le tocó a sor Rita fue… (¡Chan, chan, chan, chaaaaan!) ¡Sor Raymunda! El nuevo nombre que le tocó a sor Rita y que llevaría por el resto de su existencia fue sor Raymunda. Ahora, léanlo de corrido.