El panorama político-electoral que hoy se observa en la geografía estatal, hace suponer que en casi todos los municipios habría sorpresas, merced al divisionismo provocado con la inscripción de aspirantes a las alcaldías.
Más en las demarcaciones con mayor desarrollo socioeconómico. Y, por supuesto, esto significa que sólo en dos casos se daría la reelección: Nuevo Laredo y Victoria; mientras el resto de nueva cuenta registraría la alternancia (Reynosa, Río Bravo, Matamoros, Tampico, Altamira, Ciudad Madero y El Mante), aunque Movimiento Regeneración Nacional (Morena) aparece como favorito en casi todas las localidades.
De cualquier forma, todos los abanderados obligados están a diseñar estrategias de posicionamiento –aún y cuando inicien campañas hasta la segunda quincena de abril entrante–, pues de ahí dependería la fuerza de sus proyectos, aun cuando ellos le apuesten al voto corporativo.
Basta echarles un vistazo a las encuestas levantadas ex profeso para confirmar que al frente aparece una sociedad más participativa (con y sin que medie el espectro del abstencionismo), mientras hacia el interior de las dos alianzas ocasionales pudiera estar incubándose al enemigo.
Me explico más a fondo: las dirigencias partidistas argumentan que jugarían a sus mejores cuadros para ganar las alcaldías –hasta el grado de magnificar ‘sus dotes’ de políticos sencillos, afables, atentos, respetuosos y hasta respetables, cuya popularidad, según han dicho, se la han ganado a pulso–, sin considerar las fracturas causadas con su imposición. Ni el malestar ciudadano.
También hablan de su cotidiana relación con la sociedad, trabajo y humildad. Pero los precandidatos (los favoritos y los inquietos) dan la impresión de estar secuestrados por quienes tratan de manipular sus tiempos, imponerles actividades, hacerlos copartícipes de fobias ajenas y ser (los emisarios del pasado) protagonistas de esta película.
En su acometida, los plagiarios prácticamente los mantienen encerrados en una burbuja de cristal y no permiten que nadie se les acerque –nadie ajeno a ellos, eso está muy claro–, pues tal vez teman que alguien les hable con la verdad y les diga que no es alejándose de la militancia como obtendrán el apoyo corporativo pese a que la maquinaria partidista de antemano les haya hecho el trabajo.
La verdad fortalece
Los aspirantes con vocación democrática obligados están a fortalecer su imagen acercándose a las estructuras partidistas, que son al final de cuentas quienes habrán de decidir su suerte; buscar el apoyo de los indecisos e incluso hasta de los políticos antagónicos a sus membretes, sin esperar a que en los tiempos de campaña una fuerza divina induzca simpatías en favor suyo.
Pero esto nada más se lograría con voluntad y plena disposición para ir al encuentro de las militancias.
No con poses demagogas ni haciendo como que están en buscando la unidad, aunque por petulancia propia crean y presuman que su simple presencia basta y sobra para alzarse con la victoria interna y en campaña, con el arrastre poblacional.
De ahí que los aún precandidatos deban asumir la responsabilidad de hablar con la verdad, sin falsas promesas ni palabras huecas; y se den la oportunidad de escuchar, sin agachar la mirada, las inquietudes de quienes tienen la decisión de que alcancen o no su objetivo en esta justa.
Es por su bien.
Y es que una estructura partidista que es tomada en cuenta puede darle real sustento a la política y restarle poder a la anarquía, al desorden, al rumor y otros instrumentos de la competencia electoral arcaica.
Hasta hoy, incluso, la gente de nuestra geografía tamaulipeca ya está cansada de que muchos de los políticos pretendan seguir engañándola.
Por eso los ciudadanos –que de una u otra forma aparecen como actores principales del proceso comicial–, quieren estar enterados de los objetivos y el alcance de cada abanderado para no dar lugar a interpretaciones irresponsables que mermen aún más la dañada credibilidad que existe hacia los políticos.
Es aquí, entonces, cuando cobran mayor importancia los medios de comunicación masiva, que hacen más oportuna y ágil la información generada en los procesos electorales, alentando así la verdadera construcción de la democracia.
Por tanto, así como avanza la pluralidad, la prensa y los políticos deben contribuir a la formación de una conciencia estatal crítica y responsable.
Sin suspicacias.
La recompensa, claro está, será muy alta: hacer de este proceso electoral un ejemplo de democracia participativa, donde no tienen cabida los demagogos ni oportunistas que buscan publicitar cuanta mentira se les ocurre.
Usted seguramente, comparte mi apreciación de que al Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM) como a los siete partidos políticos (con registro oficial), poco les ha interesado animar la participación ciudadana en el proceso para renovar los ayuntamientos.
Y eso que estamos a poco más de 100 días de celebrarse la jornada comicial.
La misma indolencia alimenta el riesgo de que el abstencionismo les gane la partida –como está previsto–, y que los resultados de la justa pudieran ser harto cuestionados.
Pero ni así los partidos se han puesto las pilas.
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