Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Autoridad

¿Para qué se hacen las leyes? ¿Para qué sirven? ¿Quién se encarga de ejecutarlas?

Bueno. Con respecto a la primera pregunta, las leyes -como pacto social- sirven para garantizar una convivencia pacífica y armónica entre los individuos que forman una comunidad.

La naturaleza humana es así. Donde hay más de dos individuos, siempre habrá conflicto en algún momento. ¡Imagínense cuando hay millones! Por eso es necesario tener leyes.

Si las leyes no se hubieran inventado, la civilización humana no habría progresado, o si bien nos fuera, aún viviríamos en la época de las cavernas.

Las primeras leyes estaban ligadas a la religión. Los vivillos sacerdotes de aquellos nacientes credos, aseguraban que algún dios les había dictado un código moral y el que no lo acataba, quedaba fuera de la sociedad. En algunas partes, como en la Grecia antigua, se practicaba el ostracismo, es decir, al infractor se le condenaba a salir de la aldea o ciudad y ya no se le permitía volver. A los que cometían delitos graves se les aplicaba la pena de muerte, y de esa forma se garantizaba el respeto a la ley.

Posteriormente las leyes se hicieron civiles. Nacieron las primeras constituciones, como la nuestra, donde se plasmaron los derechos y obligaciones de cada persona que vivía en un territorio limitado geográficamente. Las fronteras dividen a cada país y en cada país hay leyes. Leyes que se deben acatar, de lo contrario, se aplica una sanción.

Uno de los principios por los cuales se rige una ley es la universalidad. O sea, que se aplica a todos, sin excepciones.

No hay forma de que alguien justifique la violación a una ley.

Puede haber derechos superiores, como los de los niños, o como la soberanía de una nación, o como la seguridad nacional, pero todo eso está inscrito en las leyes. Hay muy poco que agregar al respecto.

Y así, cuando un congreso determina que hay que crear una nueva legislación para mejorar la convivencia social, se aplica el principio de progresividad. Eso significa que se va a privilegiar el beneficio a la mayor cantidad posible de ciudadanos.

Otro principio muy importante es el de no retroactividad. Una nueva ley o decreto no puede tener efecto sobre algo o alguien que ya ejercía plenamente una libertad, porque también hay que recordar lo que dice la vieja conseja: “Lo que no está prohibido, está permitido”.

De esa manera es como la progresividad de las leyes va cubriendo las lagunas legales y los agujeros por donde los avispados pueden colarse y hacer lo que les da su regalada gana.

Por eso me quedé con el ojo cuadrado cuando, para justificar el haber publicado el número telefónico privado de la corresponsal del New York Times, Natalie Kitroeff, violando el derecho a la privacidad de la periodista, poniendo en riesgo su integridad y la de su familia, el Pejidente dijo tranquilamente: “Ej que yo tengo autoridad moral”.

Entonces, ¿todos aquellos que tienen autoridad moral pueden matar, asesinar, robar y cometer cualquier delito, incluyendo la violación a la privacidad de una persona? Y si lo hacen, ¿no pierden automáticamente dicha autoridad?

Pienso que la autoridad moral la da solamente el hecho de cumplir la ley, ser respetuoso de los demás y vivir una vida fuera de todo conflicto.

No puede tener autoridad moral ni de ningún tipo quien recibe dinero del narcotráfico, por sí o por interpósita persona, quien deja morir a cientos de niños enfermos de cáncer, quien dilapida dinero en fallidos proyectos faraónicos, quien tiene a sus familiares y cuates haciendo inmensas fortunas gracias al tráfico de poder… Tú puedes ser el más puro e inmaculado del mundo, pero si dejas que los demás hagan lo que quieran, teniendo la forma de evitarlo, entonces te conviertes en cómplice. Y el cómplice de un delito, por definición, no tiene autoridad moral. Y si dices que la tienes, entonces la verdad es que eres un gran farsante y un hábil manipulador.

Los dejo con estas sesudas reflexiones, esperando que los más ilustres pensadores se nutran de ellas y coadyuven para hacer de nuestro mundo un lugar mejor para vivir.

Y antes de que el cabecita de algodón dé a conocer mi número telefónico en su mañanera, yo se los comparto sin ningún problema: 001-52-PEGASO, para que lo tengan todos los habitantes del planeta, desde Timbuctú hasta Siberia, pasando por Perros Bravos, Nuevo León.

¡Venga el refrán estilo pegaso!: “El cuadrúpedo denominado Felis leo estima que la totalidad de los individuos poseen similar estructura”. (El león cree que todos son de su condición).

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