Los inoperantes delegados del CEN
José Ángel Solorio Martínez
En los tiempos gloriosos del PRI, el delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que enviaba a Tamaulipas para resolver las pugnas por las candidaturas –diputaciones, alcaldías, senadurías y gubernatura– eran unas chucha cuereras. La mayoría, ya había pasado por la prueba de las urnas –habían sido, alcaldes, diputados, senadores, gobernadores y hasta secretarios de Estado–, por lo que conocían todo o casi todo, de las mecánicas de nuestros sistemas políticos nacional y regional.
Gente como Celso Humberto Delgado, Oscar Ramírez Mijares, infundían respeto a los actores políticos que se sentían con prendas como para representar al por entonces invencible, en refriegas electorales.
Los enviados del CEN, hacían una auscultación que comprendía entrevistarse con los precandidatos; evaluaban la percepción de la opinión pública y la opinión publicada, y llevaban a la Nomenklatura tricolor, un informe pormenorizado que utilizaba para medir las potencialidades y las debilidades de sus compañeros de partido en el hipotético caso que fueran los abanderados.
Una sola publicación de la prensa, era suficiente para dificultar la llega del candidato que hubiera sido señalado por una nota negativa.
Se dice, que uno de los golpes bajos que evitó a Manuel Garza González ser gobernador de Tamaulipas, ocurrió cuando una mano enemiga filtró hasta el escritorio del Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, una fotografía en la cual aparecía el precandidato reynosense con el ilustre matamorense, Juan N. Guerra.
Evidentemente: los resultados en política, son más complejos que ese evento aislado; lo que se presume, es el uso faccioso de ese material para torpedear a un candidato.
Sólo que estamos, abordando el tema de los delegados políticos…
Toda esa cauda de experiencias, todo ese arsenal de prácticas políticas –algunas funcionan, otras no; el problema, es que hoy son inexistentes–, ha sido olvidado por los diversos CEN de los más potentes partidos en el país: MORENA y PAN.
El ejemplo más claro de ello, es el enviado del lopezobradorismo a Tamaulipas, Mario Llergo Latournerie. Llegó sólo unas semanas antes de lo más álgido de la contienda interna del partido dominante en la entidad, lo que acortó su tiempo de adaptación; no sólo desconoce los escenarios micro-regionales: es un advenedizo, que apenas puede balbucear los nombres de los municipios y de sus principales actores sociopolíticos.
La incapacidad para resolver las contradicciones internas de ese funcionario de partido, ha prohijado la intervención directamente del CEN de MORENA, para resolver las candidaturas en municipios y distritos en donde los factores de poder, ven chiquito y orejón al enviado del nacional.
Es decir: no le otorgan estatura, como para construir salidas negociadas en las localidades tamaulipecas; justo por eso, los protagonistas, prefieren ir a la CDMX para tratar directamente con quienes sí deciden.
En buena parte, ese error del CEN, ha obstruido la fluidez interna del partido guindo en la región: los aspirantes a las principales alcaldías del estado, siguen atoradas. Y los pretendientes de las diputaciones locales –fundamentales para los guindos– siguen en el limbo ante la impericia del Súper delegado, Llergo Latournerie.
Afortunadamente para MORENA, el PAN, atraviesa por una circunstancia más patética: quienes operan como delegados del CEN azul, son los hermanos García Cabeza de Vaca.
En efecto: los gringo-reynosenses, son los tutores absolutos de todos los procesos para la postulación de candidatos en la entidad.
A horas del cierre del calendario electoral para el proceso de selección de candidatos, tienen bajo la mesa los nombres de los aspirantes.
¿Quién ganaría en una batalla de ineficiencias: el delegado de MORENA o los del PAN?
Triste la calavera de los dos partidos.