Por Oscar Díaz Salazar
En el grupo de los Burócratas y en el de los Júniors, miran con desconfianza y vergüenza al otro grupo que coexiste en el gobierno de Tamaulipas, a los políticos, a los que construyeron el triunfo, a los que hicieron las relaciones con los liderazgos nacionales de morena y los que obtuvieron el financiamiento para pagar las campañas, me refiero al grupo de los guachicoleros o carmonizados.
Los Burócratas, – que han estado en todas las nóminas de todos los sexenios, y que solo le tienen fidelidad al jefe en turno y a la nómina – y los Juniors, -que en su juventud tardía se asoman a la política de la mano del hijo de ya saben quién- gozan al descalificar a los guachicoleros, esos que se ensuciaron las manos en la Aduana y en PEMEX, que recibieron dinero de negocios y transas que no se hacen en Victoria, esos que vienen de la frontera y que han estado afiliados a más de un partido, porque ya fueron candidatos.
Por eso, también por eso, conviene darle las gracias al guachicolero que despacha en el palacete del 17 Hidalgo, con el cargo de presidente municipal de Victoria. Lalo Gattás le recuerda a los otros grupos, y a todos los victorenses, que hoy están gobernados por un grupo en el que participan personas de reputación dudosa y que Gattás fue un accidente del destino, una mala jugada, resultado de las aguas revueltas de la transición política, que más bien es restauración del viejo régimen, que, como la materia y la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
El decoro y las buenas maneras, deben regresar al gobierno de Victoria, por lo que es necesario y conveniente impedir la reelección del naco empoderado, del trampilla de barrio venido a más, del chofirete con suerte.
Los señores de Victoria reclaman el regreso a la normalidad y olvidar pronto como se logró expulsar a los texanos de la Vaca Salvatrucha, con sus mismos métodos, con los mismos padrinos, con idénticos patrocinadores, con dinero que salió del mismo rumbo.
Es nefasto lo que hace Lalo Gattás, y de eso ya les he comentado. Hoy pongo el acento en lo que representa, en lo que se asocia a su gobierno, en lo que les recuerda a sus representados.
Si los victorenses quieren hablar y escandalizarse de los guachicoleros, no necesitan buscar ejemplos a más de trescientos kilómetros al norte. Ahí en el 17 Hidalgo tienen uno que se aferra al mismo padrino (madrina) para intentar quedarse en el cargo.