Por Oscar Díaz Salazar
Que el rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Dámaso Anaya Alvarado, defina a la ceremonia en la que formalmente asumirá el cargo – que desde hace varios meses desempeña-, como «Ceremonia de Investidura», no nos debe sorprender. Que utilice frases y expresiones con raíces en el protocolo de la monarquia, en lugar de las que emplean las autoridades civiles, «toma de protesta», es entendible en un individuo que llegó a ese cargo por concesión familiar, porque así lo determinó su primo.
Las palabras cuentan, son importantes, son el reflejo de los pensamientos, son el mismo pensamiento.
Dámaso Anaya y sus colaboradores, se equivocan al pretender «normalizar» su presencia en ese cargo. Su rectorado es una imposición, es producto de las peores prácticas de la política mexicana, es una burla para una institución que se asume autónoma y que se presume casa de reflexión, de estudios, de sabiduría.
Mal empieza el rector espurio al pretender instituir protocolos y lenguajes monarquicos, al querer implementar la zalamería, las poses, la faramalla, el culto a la personalidad, en una institución que se supone democrática e igualitaria, y en un tiempo y gobierno que se rige bajo la fórmula que reza: «por el bien de todos, primero los pobres».
Y si no sabe o no comprende a los que me refiero el Primo de oro, le sugiero que consulte a los catedráticos de la escuela de comunicación, para que le expliquen con peras y manzanas, por que es inadecuado presumir de la investidura, y como es que el uso de las palabras inapropiadas, afectan su investidura, y en este caso utilizó la palabreja, como la usan los civiles, para referirme a la «dignidad» que implica un cargo público y el respeto que todos deberían tenerle, empezando por el individuo que la ostenta.
PD. En una consulta rápida en Google, encontré que en nuestro país la mayoría de las casa de estudio serias, universidades de verdad, utilizan la expresión «Toma de Protesta»