Por Oscar Díaz Salazar
Con muy contadas excepciones, a la mayoría de los legisladores locales de morena (y partidos coaligados), se les permitió buscar la reelección.
En las excepciones, destaco al legislador de Ciudad Madero, a quien cargaron el muertito de negociar con Cabeza de Vaca para que se sostuviera en el cargo, en el primer año de la legislatura vigente y último del cabezato. Suárez Mata es el chivo expiatorio de decisiones que tomaron otros, varios, que hoy ocupan importantes cargos en la administración pública estatal, municipal y federal.
La otra excepción es la de Javier Villarreal Teran, representante del distrito con cabecera en Ciudad Mante. Su pecado fue declarar su simpatía por Rodolfo González Valderrama, en la etapa previa a la definición del candidato a gobernador de Tamaulipas.
Como observamos en los casos citados en los párrafos anteriores, el criterio de la capacidad, el rendimiento, el talento, la habilidad y el conocimiento del trabajo legislativo, no fue el factor para impedirles la reelección a los diputados mencionados.
A quienes si se les volvió a postular, tienen muy poco que presumir a sus electores. La parálisis del primer año de la legislatura, la deserción de varios diputados que escucharon «el canto de las sirenas», que más bien sería el mugido de la Vaca y el cañonazo del que hablaba el General Alvaro Obregon, los logros en asuntos irrelevantes, la falta de compromiso con la agenda de morena y la parálisis legislativa para que no pasaran iniciativas que son de morena, que representan demandas de sectores afines al movimiento, pero que no «comparten» los diputados que tienen alma y pensamiento de derecha, tanto priistas como panistas.
Es obvio que los diputados de la fracción parlamentaria de morena, -con muy pocas excepciones-, no estuvieron a la altura de las circunstancias, no dieron el ancho, no atajaron la pelota. Los que no sucumbieron a los encantos de la Tesorería vacuna, se limitaron a hacerle gestos y sacarle la lengua a Francisco N, pues les faltó capacidad y valentía para afrontarlo como lo debería hacer un actor político de ese nivel.
Concluido el sexenio de Francisco N, las cosas cambiaron para seguir igual… O tal vez peor. Se mantuvo la subordinación de los miembros del poder legislativo, respecto al Ejecutivo, es decir, los diputados siguieron obedeciendo las órdenes del gobernador, aunque los actuales ya no tuvieron interlocución directa con el Jefe del Ejecutivo, pues las órdenes, la estrategia y la línea, están a cargo de una funcionaria de quinto nivel, y al ponerle número a su nivel no pretendo denostarla, solo busco identificar el espacio que ocupa en el organigrama de la administración estatal, y aquí me refiero a la Consejera Jurídica Tania Contreras, que ha utilizado el «encargo» de pastorear a los diputados, para agregar facultades y atribuciones a una chamba que si bien era importante, tenía sus funciones acotadas, limitadas a «aconsejar» al gobernador en temas legales.
Pero el tema de esta columna no es Tania. La menciono porque es la jefa de una fracción parlamentaria que ya utilizó más de dos años en la «curva de aprendizaje» y tal parece que esa curva es de 360 grados, porque permanecen donde mismo, siguen igual, no presentan avances.
El remedio es sencillo: los ciudadanos tenemos la oportunidad de regresarlos a su casa, con nuestro voto.