José Ángel Solorio Martínez
El Primero de Mayo, ciudad Madero, Tamaulipas, mucho tiene que festejar. Ese día, el gobernador, Candelario Garza, elevó la comunidad de Doña Cecilia, –enclave petrolero de las huastecas y de Tamaulipas– a municipio. Fue en el año, 1924.
Es decir: hoy la urbe petrolera del país, cumple ni más ni menos que ¡un siglo!
La sociedad de Doña Cecilia, nació a la vida republicana, en medio del fragoroso combate entre el Sindicato de Trabajadores de la Compañía Petrolera El Águila, y esta empresa de origen inglés: los trabajadores, estaban en huelga –la habían estallado el 22 de marzo–; los inversionistas extranjeros, se resistían a cumplir con los preceptos legales del artículo 123 de la Constitución de la república.
Ese mero día de mayo, en la celebración del Día del Trabajo, en el Zócalo de la CDMX, convocado por cientos de agrupaciones proletarias –en su mayoría anarquistas, anarcosindicalistas y comunistas– vitorearon a los trabajadores petroleros de Doña Cecilia –en esos momentos el Ejecutivo estatal, convocaba al Congreso del estado a elevar a rango de municipio el poblado en donde se desplegaba el paro laboral más relevante del siglo XX– por su actitud recia y combativa en la defensa de sus derechos laborales y las prerrogativas económicas de todo el proletariado mexicano.
Desde el corazón de la nación, 30 mil trabajadores, de organizaciones como la Casa del Obrero Mundial, la Central General de Trabajadores, del Partido Comunista Mexicano y de la Confederación Regional de Trabajadores de México, en medio del grito de los asalariados aplaudieron a los líderes del Sindicato de El Águila al tiempo de externarles su solidaridad.
Es decir: ese Primero de Mayo, nacía lo que hoy es ciudad Madero.
Freud, el padre del psicoanálisis, sentenció que origen es destino.
Los maderenses, nacieron en un entorno de cultura obrera; en una atmósfera en la cual, el trabajo, configuró una mentalidad, moldeada fundamentalmente por la actividad laboral. Madero, a diferencia de otras ciudades, que exhiben hasta con cierto orgullo su cosmogonía empresarial, es una sociedad cuya conciencia y vida cotidiana, ha sido perfilada por el esfuerzo de muchas generaciones que convirtieron en grandiosa la región tanto política como económicamente con el insumo más valioso e irreemplazable en los peocesos productivos: la fuerza de trabajo.
Los cien años de existencia de Madero, es uno de los hechos más relevantes, por sus impactos sociales, políticos y económicos en el sur del estado. Ha sido un siglo de intensa lucha tanto por los derechos de la clase trabajadora, como por la defensa del subsuelo y los recursos de la nación.
Pocas sociedades del país y pocos sindicatos, han sido tan batalladoras como los de ciudad Madero. No es una exageración, decir que los trabajadores petroleros, con la huelga de El Águila en Doña Cecilia –luego, Villa Cecilia y más tarde ciudad Madero– pusieron en su lugar a grupos de presión imperialistas, que intentaron doblar a los gobiernos de la revolución para seguir con su fiesta de saqueo y explotación de los trabajadores mexicanos.
La organización proletaria, nacida hace más de 100 años en la comarca –13 de diciembre de 1923–, enseñó la ruta de la dignidad y el orgullo, al mundo proletario de la región y de la nación.
Madero, tiene una deuda de gratitud con el presidente Lázaro Cárdenas: entregó el petróleo a los mexicanos, a los tamaulipecos, a los maderenses; igualmente: el país, tiene una deuda con ciudad Madero y sus trabajadores: el sindicato petrolero, resultó de grande utilidad para que el presidente de la república, convirtiera en exitosa la expropiación petrolera.
Este día, es propicio para recordar a los héroes proletarios que le dieron origen y destino al sindicalismo maderense y a su ciudad: Serapio Venegas, Gregorio Turrubiates e Ignacio Gamberos. De igual forma: es el oportuno día, para tener presente lo trascendente que es y ha sido ciudad Madero –y sus trabajadores– en la historia del estado y del país.
Nunca una entidad centenaria, se había visto con la grandiosa salud –sociopolítica– como este monumental terruño nuestro.