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José Ángel Solorio Martínez
Las tenían, ¡eran suyas!
Nuevo Laredo, Río Bravo, Matamoros y Victoria, Tamaulipas, sitios en donde el PAN y el PRI tenían puestas sus esperanzas con desbordado optimismo, con candidatos altamente competitivos, parecen haberse desinflado. Los alcanzó el síndrome Xóchitl: tuvieron un trepidante inicio que desató un ánimo victorioso, para a media campaña, desplomarse y transformar el aliento en desaliento y volcar el impulso victorioso en un empujón hacia el pesimismo.
¿Por qué esos signos de aplatanamiento de Yahleel Abdala, Miguel Almaraz, Lety Salazar y Oscar Almaraz?
1.- El impresionante trabajo que representa, movilizar grupos ciudadanos para facilitar su presencia ante las mesas electorales. El trabajo, es lo de menos: existen miles de militantes que despliegan esfuerzos en forma gratuita por su vocación ideológica o simpatías personales con tal o cual candidato. El problema, son los recursos materiales que demanda una jornada en donde al menos –en Tamaulipas– se deberán convencer a más de 5 mil ciudadanos para que representan a partidos o candidatos en las casillas; a ellos hay que sumar, otros 500 más que ejercerían como Representantes Generales, quienes coordinan al menos a 10 representantes partidistas en las urnas.
2.- El dispendio irracional de algunos candidatos panistas que echaron la casa por la ventana en sus cierres de campaña, incluyendo a los cuatro panistas aludidos: en un innecesario plan para impresionar a sus adversarios, contrataron a grupos musicales de alta fama que atraen mucha raza, pero finalmente son multitudes etéreas, vaporosas al tiempo de votar. Si esos fondos que se fueron al caño, hubieran sido encauzados al día de la elección, otro gallo les cantaría. Abdala, Almaraz, Lety y el Almaraz gordo, se darán de topes contra la pared, cuando dimensionen lo que pudieron hacer con esos fondos dilapidados.
Es muy probable, que esa caída de veinte, sea el motivo explicativo de la caída de la moral del panismo en Nuevo Laredo, Río Bravo, Matamoros y Victoria. Los cuartos de guerra, de esos aspirantes, andan de capa caída. Iniciaron con mucha enjundia y terminaron con mucho estrés.
De los mismos comités de campaña, salen los quejidos y los lamentos ante el reto a enfrentar el 2 de junio.
3.- Hace un mes, Nuevo Laredo, amenazaba pintarse de azul. El nivel competitivo de Abdala, sorprendió a todos en la ciudad y en la región. Algo pasó para que el priismo –o al menos algunos cuadros relevantes locales– se alinearon con la candidata de MORENA, Carmen Lilia Cantú Rosas. En Río Bravo, Almaraz inició con buenos augurios, metió buena parte de sus fondos provenientes del guachicol –es precursor de ese negocio en la entidad– y creció notablemente; en un escenario de fracturas morenistas, parecía victimaría al morenismo, pero a tres semanas del 2 de junio, empezó a desplomarse. En Matamoros, Lety Salazar, parecía invencible al iniciar su campaña; se desconoce si su socio Luis Biasi, la favoreció con su compañía, o la hundió en sus propósitos: el ambiente no es tan triunfal como hace mes y medio en el equipo de operadores de la ex alcaldesa matamorense.
La ausencia de una estrategia global, general, para articular los liderazgos micro-regionales del prianismo, lo llevó a un error geopolítico: dar prioridad a lo extensivo –otorgaron preeminencia al resultado cuantitativo en los ayuntamientos– para soslayar lo cualitativo.
Ahora los prianistas, están ante una paradoja: podrían tener la mayoría de las alcaldías, pero MORENA y coaligados, podrán presumir gobernar –en las presidencias municipales– para más del 70 por ciento de los tamaulipecos.
Nuevo Laredo, Río Bravo, Matamoros y Ciudad Victoria, podrían evaporarse de las manos del PAN por un pelito de rana.
Como dijo el Perro Bermúdez:
–Las tenían, ¡eran suyas!