Chumel
Hasta el sábado pasado yo no sabía de la existencia de Chumel.
Chumel, según las crónicas periodísticas que se publicaron tras la suspensión de un programa de la cadena HBO donde participaría, es un acérrimo crítico de los poderosos, incluyendo al Presidente de la República, a grandes empresarios, políticos y funcionarios públicos.
El incidente que estuvo en boca de todos este fin de semana, incluso de la mía, inició con la invitación que se le hizo a Chumel a un debate que trataría sobre el racismo y el clasicismo en la Comisión Nacional para la Prevención de la Discriminación (CONAPRED).
Eso originó el enojo de doña Bety, a quien no le gustó que Chumel llamara “Chocoflan” a su vástago.
Y después el viejón ordenó la renuncia de la Directora de CONAPRED y dijo que tiene entre ceja, oreja y sien a otro centenar más de organismos que serían eliminados de la nómina gubernamental para ahorrarse una buena lana.
Luego de mi vuelo vespertino me puse a investigar al tal Chumel.
Y no es que sea la gran cosa.
Usando el humor negro, muy negro a veces, y expresiones que algunos consideran racistas, con abundantes palabras altisonantes de las que no gustan a mi apreciada amiga Lina, agarra de tiro al blanco a cuanto personaje se le pone enfrente.
Incluso, en una entrevista con Jorge Gramos, negó ser considerado periodista, como si dedicarse a esta noble profesión fuera un anatema.
Y Jorge Gramos le echó más fuego a la lumbre al señalar que Chumel dice muchas cosas que la mayoría de los periodistas no se atreven.
Quiero decirle algo a Jorge Gramos. Si alguien lo conoce o lo tiene de contacto en sus redes sociales, hágale llegar este comentario.
En México el periodismo realmente libre lo ejercen los individuos que tienen suficientes recursos económicos para ser independientes.
Periodistas pobretones, no pueden ser críticos acérrimos. Y si los hay, son verdaderas excepciones.
Gracias al liberalismo gringo, Jorge Gramos tiene un buen sueldo y puede darse una vida de pequeño burgués, pero aquí los comunicadores la pasamos de Caín.
Los periódicos y estaciones de radio pagan salarios que apenas superan a los de cualquier trabajador de maquila.
En la mayoría de las veces el periodista no cuenta con seguridad social, INFONAVIT, seguro de vida y prestaciones de ley.
Conozco a muchos compañeros del oficio que prácticamente están muriendo de hambre.
Qué bueno que a Jorge Gramos le hizo justicia la Revolución en el extranjero. Qué bueno que Chumel es un influencer con varios millones de seguidores por las críticas que se avienta en las redes sociales.
Créanme, que si yo tuviera lana para comprarme un buen equipo, pagar a las empresas que se encargan de inflar las visitas, seguidores y likes, adquirir vehículos blindados en los cuales moverme y contratar a un chingo de guaruras, nadie se salvaría de mi flamígera pluma.
Entonces, me atrevería a decirle al Pejidente que la está cagando, que deje de dividir al país, que no sea necio y acepte otros puntos de vista, antes de que a todos nos lleve la chingada.
Y qué bueno que no tengo lana.
Así no me pasará lo que le pasó a Chumel.
Termino aquí mi colaboración de hoy, porque si le sigo me voy a encabronar más: “Por tal motivo el numen no proporcionó extremidades apropiadas para el vuelo a los escorpiones”. (Por eso Dios no les dio alas a los alacranes).