AL VUELO

Opinión

 

Por Pegaso

En cierta ocasión, en una escuela secundaria de la localidad se desarrollaba una actividad que consistía en presentar a los jóvenes algunos de los juguetes tradicionales mexicanos para que conocieran la forma en que sus padres y abuelos se entretenían, cuando no había computadoras, videojuegos y smartphones.

Uno de los adolescentes, curioso, se acercó a la caja donde había varios de esos juguetes y tomó un trompo. Le buscaba acá y aculla, pero nunca pudo encontrar el botón de inicio.

Sirva la presente anécdota para introducir el tema de hoy, que se trata precisamente de la descripción de ese tipo de bellos y coloridos objetos que durante muchos, muchos años hicieron las delicias de pasadas generaciones antes de que viniera la modernidad y nos convirtiera en entes estúpidos, sin un gramo de materia gris en la maceta.

Empecemos.

-Balero: Era un objeto cilíndrico de madera con un hoyo en la parte superior, donde se acomodaba un “palito”, y otro superior de donde se sujetaba un cordón. Se tomaba el “palito” o mango con la mano, se balanceaba y se intentaba clavar en repetidas ocasiones, tantas como se tuviera la habilidad en el manejo. Había “suertes” de un punto, de diez, de cincuenta, de cien y hasta de mil, dependiendo del grado de dificultad. También se podía jugar sin el cordón. Había baleros de todos los tamaños, sabores y colores. Y generalmente había temporadas del año en que se practicaba.

-Canicas: Las canicas eran unas pequeñas esferas elaboradas con vidrio o barro. Había muchas formas de jugar con ellas. La más popular era dibujar un círculo en la tierra, donde cada jugador colocaba determinada cantidad de ellas, de acuerdo con la apuesta, y por turnos cada uno de ellos arrojaba su ejemplar favorito impulsándolo con un movimiento rápido de los dedos pulgar e índice. Conforme un jugador iba sacando canicas del círculo, las echaba a un morralito o a la bolsa del pantalón y se consideraban como “ganadas”. Otra variante consistía en hacer un hoyo en el suelo –siempre, en calles o patios donde no había pavimento-, colocar ahí las canicas y arrojar nuestro “tirito” (nuestra canica preferida) hacia el montón que estaba en el hoyo e intentar sacar la mayor cantidad posible.

-Changay. El changay consistía en arrojar con un palo largo otro más pequeño, lo más lejos posible. Se hacía un hoyo en el suelo de tierra, se colocaba el palo chico y con el grande, al que generalmente se hacía un corte de cuchara para facilitar el proceso, se levantaba el primero y se le propinaba un certero golpe. Otros colocaban dos ladrillos, donde colocaban el palo chico. Una vez que éste tocaba tierra, se medía la distancia en base al tamaño del palo grande. Ganaba quien lo arrojara más lejos.

-Cometas o güilas. Se hacían con papel, carrizo y engrudo. Mientras más coloridas, mejor. Se ataban con una cuerda muy larga para que la fuerza del viento las elevara lo más alto posible. Se podían celebrar competencias y hasta “peleas de cometas”, donde los participantes jalaban el hilo e intentaban derribar al contrario.

-Hula-hula. Eran, básicamente, aros de plástico huecos que se hacían girar con las caderas y cintura, sin usar las manos. Se llamaban así por el parecido del movimiento del cuerpo con los bailes típicos de Hawaii. Lo jugaban principalmente las niñas, aunque también, de repente, nos invitaban a los varoncitos a intentarlo.

-La cuerda. Este objeto no tenía chiste. Como su nombre lo indica, era una cuerda más o menos de un metro y medio que se tomaba por los extremos y se pasaba por arriba y abajo del cuerpo, mientras el usuario brincaba sin tocarla. Había concursos de salto de cuerda entre las chiquillas de las escuelas. Curiosamente, desde hace tiempo fue adoptada por los boxeadores como un excelente ejercicio de acondicionamiento.

-Trompo: Era una cosa redonda, con una punta metálica, elaborado principalmente de madera. Se le enroscaba una cuerda para arrojarlo al suelo. El movimiento rotatorio que le confería la fuerza aplicada a la cuerda permitía que la peonza conservara su momento angular y el equilibrio durante determinado tiempo. Para que la cuerda tuviera mayor “agarre” se le solía aplicar un poco de saliva directamente con la lengua, sin importar que estuviera algo sucia. El trompo se podía tomar con la palma de la mano directamente del suelo, con un ágil movimiento de cuchara, o bien, mediante un giro hacia arriba, intentar tomarlo en pleno vuelo. Eso se conocía como “suerte” y era muy divertido.

-Yo-yo. Era un objeto en forma de dos medias circunferencias sujetas por un eje central. Se hacían de madera o de plástico. Se enredaba un cordón sobre el eje, se sujetaba al dedo cordial o anular mediante un nudo y se dejaba subir y bajar, aprovechando la fuerza de gravedad y la que se aplicaba con la mano. Se podía balancear, golpear objetos a distancia y hacer todo tipo de “suertes”.

Había campeones que incluso salían en programas de televisión, como el de Chabelo, que enseñaban a realizar todo tipo de evoluciones usando solamente un yo-yo y la habilidad de las manos. ¡Todos se divertían como enanos!

 

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