La Comuna

Opinión

 

José Ángel Solorio Martínez

El documental de La Huelga de El Águila de 1924 en Doña Cecilia –hoy ciudad Madero– Tamaulipas, fue recibido con inmensas muestras de afecto y de interés de quienes nos acompañaron en la Premier en Tampico, Tamaulipas.
Quienes participamos en la producción de esa pieza fílmica –Medardo Treviño González, Medardo Treviño Cruz y un servidor, José Ángel Solorio–, fuimos cubiertos de abrazos, elogios y felicitaciones por la concurrencia. Regresamos a casa, satisfechos y hasta un poco petulantes, ante tales muestras de paisanos tamaulipecos que sienten el profundo orgullo de ser parte de la gloriosa sociedad que provocó el boom petrolero en la región.
¿Por qué esas actitudes de tampiqueños, maderenses y altamirenses que hicieron grande el estreno?
1.- Las gestas heroicas de los trabajadores siguen en la mentalidad de los ciudadanos del sur tamaulipeco. La memoria histórica, sigue viva, palpitante, en la mayoría de los habitantes de esa importante comarca de la entidad. Del año de los hechos –1924– a la fecha, han pasado cuatro generaciones; y siguen en la urdimbre de remembranzas de los hombres y mujeres de la zona conurbada del estado, inamovibles en sus mentes y tejidos emocionales, aquellas trepidantes epopeyas.
Creo que despertó en ese nutrido grupo de cinéfilos, una cierta satisfacción el conocer de dónde vienen, premisa imprescindible para saber a dónde van.
El documental, en parte explica el presente y el por qué tampiqueños, altamirenses y madereses han impulsado cambios en la sociedad a la cual pertenecen y la orientación de esos vuelcos: la izquierda sureña, tiene profundas raíces en la región.
¿Bajo esa premisa, que de raro tiene que hoy, la región conurbada más potente de Tamaulipas sea gobernada por Ayuntamientos de izquierda?
¿Se entiende por qué amplios grupos sociales decidieron dar su confianza a un partido y a una corriente de pensamiento que no los ha abandonado desde hace más de un siglo?
2.- Se inicia la demolición de un mito reaccionario: los temas de Historia son de una aridez tan palpable que, a hombres y mujeres comunes, les es indiferente. Y más: lo histórico es un platillo indigerible para el hombre de la calle, de la fábrica y de la parcela. Y lo peor: la historia –sostienen los neoliberales, no sirve para nada–; de ninguna manera: cuando la historia se narra con abierto compromiso social, incita a su consumo y articula los mejores recuerdos que terminan detonando conciencias.
3.- La mayoría de los espectadores se sintieron identificados con los esfuerzos de sus antepasados por erigir una sociedad más justa. Es decir: exhibieron la vocación por una identidad, que los hace sentirse parte de esas gestas que escribieron en el pasado sus ancestros.
4.- La historia, es una de las herramientas más eficaces para los combates contra el olvido. Éste, es uno de los ingredientes más letales de la conciencia y de la conciencia social. Desplazar el olvido, es una de las más grandiosas tareas de la historia y de los historiadores.
Se notó en la Premier: recordar el majestuoso triunfo de los trabajadores de El Águila, movió conciencias y corazones.
Se vio: los asistentes, pasaron de ser un grupo inerte y desarticulado, a ser una comunidad cohesionada por la emoción de ser parte –ya por sus familiares, ya por sus amigos, ya por los amigos de sus amigos– de la victoriosa huelga de El Águila, que abrió brecha para la aplicación del artículo 123 de la Constitución en el noreste mexicano y mostró al mundo la eficacia de la inconformidad obrera organizada.
La guerra contra el olvido y la tarea por rearticular la memoria, son actitudes profundamente democráticas y revolucionarias.

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