Torres de Pánico

Opinión

Por Oscar Díaz Salazar

En uno de sus libros de ensayos, Tiempo Mexicano, decía Carlos Fuentes que nuestro país estaba sembrado de ruinas, de vestigios de proyectos fallidos, de infraestructura que no podemos decir que dejó de ser útil, porque nunca fue útil.

Agregaba el autor de “La región más transparente”, que también en el territorio de Norteamérica podías encontrar muchas construcciones en ruinas, pero que las de allá presentaban esa condición después de varias décadas de estar en uso, por el término normal de su vida útil.

Me acordé de esas reflexiones de Fuentes, que hoy cito de memoria, al observar en mí más reciente visita a la capital del Estado, las torres metálicas y rectangulares que encuentras dispersas en la zona urbana de Ciudad Victoria.

Como modernas esculturas toltecas, aunque metálicas y alguna vez pintadas de colores vivos, las “Torres de Pánico” que observamos en las plazas y lugares de aglomeración del público, son un recordatorio permanente de los gobiernos ineficientes que hemos tenido en los últimos años.

Las Torres de Pánico nunca sirvieron para el propósito que se buscaba, de auxiliar a las personas en situación de riesgo.

Supongo que las mantienen en su sitio para justificar la inversión que se aplicó y tal vez porque aún existe algún compromiso de pagar por su mantenimiento, por las licencias y permisos por el uso de tecnología patentada, o por la prestación del servicio que implica su funcionamiento.

Las Torres de Pánico es uno de los ejemplos de ruinas que nunca fueron útiles a la sociedad, solo a los que se aventaron el tiro de su adquisición y por supuesto los vendedores. Ahí está también otro ejemplo del centralismo que tenemos en Tamaulipas, pues esa inversión con recursos estatales, solo se aplicó en la capital y no en otro municipio del Estado.

Agrego que los victorenses ya no reparan en esos asuntos, y eso es normal, pues padecen lo que denominan como “ceguera de taller” que no es otra cosa que terminar por ignorar a largo plazo los problemas que uno padece o las imperfecciones del entorno donde te desenvuelves… y que para un visitante son como la presencia de un elefante en la sala de tu casa.

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