Martín Díaz / La Nube
Altramira, Tamaulipas.- Armando Martínez, el munícipe de Altamira, ha comenzado el año con la pierna izquierda, y no precisamente en sentido figurado. En lugar de enfocarse en las urgencias de su ciudad, como la falta de servicios básicos y el deterioro de la infraestructura, el alcalde ha decidido iniciar su gestión con un par de actividades que poco tienen que ver con el bienestar de sus gobernados: un partido de fútbol llanero con amigos y una visita a las instalaciones de las Chivas de Guadalajara.
Mientras sus conciudadanos lidian con baches que parecen cráteres lunares, falta de agua potable y servicios públicos deficientes, el alcalde se divierte en los campos de juego. Las imágenes de Martínez en la cancha, rodeado de sus antiguos compañeros de equipo, y luego en las gradas del estadio de Chivas, contrastan de manera brutal con la realidad de una ciudad sumida en el abandono.
La visita a Guadalajara, con los gastos que ello implica, es una muestra más del desinterés del alcalde por el bienestar de sus gobernados. ¿De dónde salieron los recursos para costear este viaje? ¿Acaso no hay prioridades más urgentes en Altamira? Las preguntas quedan en el aire, como una acusación silenciosa contra un gobernante que parece haber olvidado su compromiso con el pueblo.
Con estas dos primeras acciones, Martínez ha dejado en claro cuáles son sus prioridades: el fútbol y el espectáculo. Parece que para el alcalde, gobernar es más un juego que una responsabilidad. Y esta actitud, de privilegiar lo lúdico sobre lo esencial, pinta un panorama poco alentador para el futuro de Altamira.
La historia de Aemando Martínez es, desafortunadamente, una historia que se repite con demasiada frecuencia en nuestro país. Políticos que utilizan el poder para beneficio propio, que se desentienden de sus responsabilidades y que por su alejamiento, pierden el respeto de sus conciudadanos.
Es hora de que los altamirenses exijan cuentas a su alcalde. Es hora de que le recuerden que su función no es la de un jugador de fútbol, sino la de un servidor público. Y es hora de que todos nosotros, como ciudadanos, nos involucremos más en la vida política de nuestras comunidades, para evitar que situaciones como esta se repitan.