Por Oscar Díaz Salazar
Quede gratamente sorprendido cuando visité por primera vez el pueblo de Izamal, Yucatán, ubicado a unos 45 minutos, si viajas por carretera desde Mérida, a una velocidad regular.
Izamal tiene un complejo arquitectónico de carácter religioso que incluye una iglesia católica, un ex convento y varios anexos. El pueblo de Izamal también tiene un restaurante donde han logrado la categoría de excelencia en la preparación de las delicias de la gastronomía regional. Ahí disfrute del mejor Poc Chuc de la península, y vaya que he pedido ese platillo en bastantes lugares.
Pero lo más representativo de Izamal Yucatán es que se trata de un pueblo en el que todas las construcciones, todas, absolutamente todas, están pintadas del mismo color, de color amarillo
Viviendas, comercios, bardas, edificios públicos, la iglesia, bodegas, etc., absolutamente todo está pintado de amarillo, en un tono tan similar, “tan parejito”, que me lleva a pensar que hubo intervención gubernamental para establecer un color y/o para suministrar pintura, además de convencer a los ciudadanos de pintar sus propiedades con ese mismo color, que desde luego les ha resultado benéfico pues acuden muchos visitantes atraídos por esos tres factores, la buena comida, la iglesia y la imagen urbana monocromática.
A partir de esa grata experiencia de visitar el pueblo amarillo de Izamal, la curiosidad me hizo recurrir a la enciclopedia digital (entiéndase Google), y encontré que en todos los continentes hay pueblos monocromáticos. Hay pueblos azules, rojos (Marruecos), blancos, amarillos, etc.
Tengo la costumbre, que comparten o por lo menos entienden las señoras de su casa, de pensar si se vería bien en su propia casa, (yo pienso en mi ciudad y estado), lo que observan en casa ajena cuando las visitan, y en ese sentido me puse a imaginar que Padilla podría ser el pueblo naranja de Tamaulipas. Naranja por ser el primer municipio productor de ese fruto en nuestro Estado, -y segundo a nivel nacional- y naranja si las autoridades y los vecinos se pusieran de acuerdo para pintar con ese color sus construcciones.
Le hice la sugerencia al alcalde, vía Messenger, y no observé mucho interés, entusiasmo o empatía con esta idea. Le comenté mi idea a los diputados naranjas, de Movimiento Ciudadano, uno de los cuales preside la Comisión de Turismo, y muy amablemente me dijo que estaba en desacuerdo con los gobernantes que pintaban el mobiliario urbano y los edificios gubernamentales con los colores del partido ganador, que es el caso de Padilla, agregando que estudiaría la idea. He querido comunicarme con el secretario de Turismo del gobierno del Estado, y no he tenido éxito, no atiende sus redes sociales.
Creo que la idea es buena y ante mi dificultad para transmitir las bondades de esa propuesta o para entusiasmar a mis interlocutores, les he recomendado visitar Izamal.
Pienso que sería bueno tener en Tamaulipas nuestro pueblo monocromático y he sugerido el naranja por el fruto que identifica a ese municipio.
Comparto con ustedes la historia de mis afanes como promotor turístico oficioso, porque me interesa su opinión, su retroalimentación, ya sea para dejar de lado mi ocurrencia número chingo mil, o para ayudarme a socializar el rollecto y hacerlo realidad.
Termino confesando que sigo interesado y entusiasmado por el tema del turismo, como hace más de treinta años, cuando estuve a cargo de la oficina de turismo del gobierno del Estado en Reynosa… bien dicen que la cabra jala pal monte.