Por Oscar Díaz Salazar
Los chuchos no ganan elecciones. No fueron visibles como opositores. No fueron protagonistas antes de alcanzar el poder. No fueron contestatarios. No criticaban al gobierno cuando eran oposición. No confrontaban a las otras fuerzas políticas. No competían en las elecciones constitucionales.
Los chuchos son negociadores. Negocian lo que otros construyen. Juegan a perder, a tirarse al piso. No son intransigentes, con ellos siempre hay posibilidad de lograr acuerdos. No guardan rencores, pues nunca han sido agraviados, nunca les han robado una elección, porque nunca fueron candidatos; nunca han sufrido represión, porque nunca se han manifestado en contra de una decisión del gobierno.
Los chuchos no son radicales, no son de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario. No hay registro de sus palabras, que den un indicio de sus pensamientos. Los chuchos tenían acuerdos políticos con el gobierno, con todos los gobiernos, del tipo que fueran.
Los chuchos ganaban las elecciones internas del partido, con el apoyo oportuno del gobierno y/o de los líderes de los partidos contrarios. Con el control del partido, postulaban candidatos a modo, al rival más débil, para cobrar los servicios al gobierno.
Los chuchos no hacían trabajo de partido, no formaban cuadros, no participaban en las campañas. Se asumían expertos y se agenciaban los cargos partidistas remunerados y/ o reclamaban espacios en los gobiernos que se lograban, a pesar de ellos.
Los chuchos no eran revolucionarios, y si caso lo fueron, fueron revolucionarios institucionales.
Los chuchos miraban con desprecio a los que no eran parte de su “corriente”. Se sentían puros y castos, porque jamás se contaminaron en la lucha política. No hicieron pactos con líderes populares de reputación dudosa. No aceptaron financiamientos de nadie (excepto del gobierno y sin reconocerlos nunca). Nunca apoyaron a dirigentes sindicales, líderes de colonias, defensores de derechos humanos, peticionarios de tierra, gestores urbanos, con nadie de esa chusma se mezclaron.
Los chuchos del PRD se acabaron al partido y al movimiento.
A los chuchos (Lavines) de Tamaulipas, les acomoda la descripción de este texto, casi a la perfección.