SINGULAR

Opinión

 

Por Luis Enrique Arreola Vidal.
«LA GUERRA COMENZÓ YA»
La guerra no declarada entre Estados Unidos y los cárteles mexicanos entró en su fase más peligrosa en 2025. Esta vez, no con invasiones militares ni declaraciones oficiales, sino con un frente silencioso que erosiona la soberanía de México. No hay discursos en la ONU ni resoluciones en el Senado: solo aviones espía, drones y extradiciones exprés.

El U-2, vestigio de la Guerra Fría, sobrevuela México recolectando inteligencia, mientras los MQ-9 Reaper vigilan, aún sin disparar.

Pero el mensaje es claro: Estados Unidos ha decidido que su seguridad nacional no pedirá permiso. Cuando un P-8A Poseidón cruzó el espacio aéreo mexicano sin autorización, no fue un error, sino una advertencia. La Casa Blanca opera con una certeza: lo que Washington considera una amenaza, Washington lo controla.

Y México, en respuesta, opta por la resignación activa. Claudia Sheinbaum, heredera de la diplomacia evasiva de López Obrador, normaliza lo que antes hubiera sido un escándalo. En lugar de exigir explicaciones, prefiere colaborar. ¿Hasta qué punto México sigue siendo dueño de su propio territorio?

La guerra no es contra el narco: es por el control del tablero.

Mientras el gobierno presume 13,000 detenciones y toneladas de fentanilo decomisadas, Tamaulipas y Zacatecas siguen en llamas. La extradición de los hermanos Treviño Morales, “Z-40” y “Z-42”, es celebrada como una victoria, pero en realidad es un acto de sumisión política. Trump presiona con aranceles del 25% si México no entrega resultados, y Sheinbaum responde con números fríos.

Pero ¿dónde están los nombres? ¿Quiénes son esos miles de arrestados? El cártel de Los Zetas, aunque herido, no está muerto. La Oficina del Sheriff de Webb en Texas lo sabe: Nuevo Laredo podría convertirse en un campo de batalla. Y mientras tanto, los 10,000 elementos de la Guardia Nacional desplegados parecen más un recurso diplomático que una solución real. Custodian carreteras, pero no protegen a los niños en las escuelas de Michoacán ni a los empresarios en Monterrey.

México actúa no para proteger a sus ciudadanos, sino para calmar a Washington.

Estados Unidos exige sacrificios, pero no ofrece soluciones

En la arena geopolítica, México y EE.UU. son socios incómodos atados por una interdependencia tóxica. Trump amenaza con sanciones, pero no puede ahogar una economía de la que depende el 25% de las importaciones agrícolas estadounidenses.

Sheinbaum ordena despliegues militares, pero necesita los dólares de las remesas y el comercio exterior para evitar un colapso económico.

La estrategia estadounidense es evidente: no busca erradicar el narcotráfico, sino controlarlo. La guerra contra las drogas del siglo XXI no se libra con soldados, sino con drones, algoritmos y diplomacia coercitiva. El fentanilo es el nuevo muro fronterizo: invisible, letal y rentable. Estados Unidos finge combatirlo mientras la crisis de opioides sigue fuera de control en sus calles.

México no combate monstruos: alimenta hidras.

Soberanía en venta: el precio de la sumisión.

Sheinbaum insiste en que todo es legal, pero la Constitución no contempla que aviones extranjeros espían nuestro territorio con total opacidad. ¿Dónde está el Senado en este debate? Callado, como siempre. Mientras tanto, el Cártel de Sinaloa y el CJNG no retroceden: diversifican su negocio, expanden sus conexiones en Asia y Europa y evolucionan más rápido que los gobiernos.

El narco ya no es solo un problema de violencia: es una corporación global con más poder que algunos Estados. Y México, en lugar de enfrentarlo con inteligencia y estrategia, lo combate con tácticas reactivas que solo sirven para simular control.

El operativo contra los Treviño Morales suena a épica, pero en las calles de Reynosa o Monterrey, nadie cree en héroes. Los Zetas mutaron, se fragmentaron, pero su violencia sigue intacta. Sheinbaum quiere mostrar músculo ante Trump, pero ¿qué pasa cuando el músculo es de cristal?

La Guardia Nacional, diseñada para pacificar, hoy es rehén de un gobierno que no sabe qué hacer con ella.

La geopolítica de las drogas: un ajedrez con piezas invisibles.

China y Rusia observan con atención. No necesitan invadir Occidente con ejércitos cuando pueden desestabilizarlo con químicos y migrantes. La presión de Trump sobre México no es solo una cuestión de seguridad: es un ensayo para su guerra comercial global.

Si el T-MEC colapsa, las cadenas de suministro de autos, aguacates y microchips se romperán. Pero hay una ironía que nadie menciona: el fentanilo que mata estadounidenses se fabrica con precursores chinos, enviados por empresas estadounidenses. Todos están enredados en este juego de sombras.

México no solo enfrenta a los cárteles. Enfrenta un tablero donde es ficha y no jugador.

La guerra ya comenzó. Pero no tiene generales visibles.

Los verdaderos líderes de esta guerra no están en el Palacio Nacional ni en la Casa Blanca. Están en despachos en Washington, en reuniones clandestinas en Sinaloa, en los mercados de precursores en Shanghái.

Y mientras tanto, la gente de ambos lados de la frontera paga el precio: con adicciones, con balas, con impuestos que financian un conflicto sin fin.

¿Y la prensa? Asfixiada entre el acceso al poder y la obligación de cuestionarlo. Cuando preguntamos por los vuelos no autorizados, nos tachan de alarmistas. Cuando revelamos fosas clandestinas, nos llaman pesimistas. Pero el periodismo no es un termómetro: es un espejo. Y este espejo refleja un país fracturado, rehén de sus propias contradicciones.

En el siglo XXI, las guerras no se ganan con tanques, sino con datos.

El U-2 que sobrevuela México recopila más información en una hora que un ejército en un año. Pero la inteligencia sin estrategia es solo vigilancia. Sin confianza, sin una política compartida, sin enfrentar la corrupción en México y la adicción en EE.UU., esto no es una guerra: es un teatro de sombras.

La guerra ya comenzó. Pero nadie sabe cómo terminarla.

México y Estados Unidos son aliados que se desconfían, socios que se vigilan, vecinos que se necesitan y se temen.

En 2025, el narcotráfico no es solo un problema de violencia: es el síntoma de una enfermedad mayor.

Mientras Trump amenaza y Sheinbaum negocia, los cárteles siguen ganando.

Porque en esta guerra, el único consenso es el fracaso.

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