Sísifo
El conocidísimo Subsecretario de Salud, el siempre imitado pero jamás igualado, Hugo Tópez-Matell, realiza todos los días un trabajo de Sísifo.
Le toca salir en la telera y decir a los mexicanos que ya mero llegamos a la cima, y cuando pensamos que ya la teníamos cerquita, pa’tras los filders, y empezar de nuevo desde abajo, a empujar la piedra.
¿Cuántas veces ha dicho que estamos por llegar al pico de la pandemia? Ya no las recuerdo.
Sólo sé que este azote ha durado demasiado, si se toman en cuenta los avances de la ciencia y la posibilidad de contar con un tratamiento adecuado o una vacuna en un período de tiempo relativamente corto.
Siglos atrás, eso no era posible. Llegaba una pandemia, por decir, la peste negra, y había una terrible mortandad entre la población durante varios años.
Sísifo, para quien no lo sabe, fue un personaje de la mitología griega, fundador y rey de Efira (nombre antiguo de Corinto), hijo de Eolo y Enartea, esposo de Mérope. Algunas versiones aseguran que fue padre de Ulises antes de que Anticlea se casara con su último marido, Laertes.
Es conocido por empujar cuesta arriba una enorme piedra por una empinada montaña, la cual, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso”. (Wikipedia dixit).
Como era hijo del dios de los vientos, Eolo, siempre andaba haciendo travesurillas entre las deidades.
Pero fue cuando echó de cabeza a Zeus, como el autor del rapto de una hermosa ninfa, cuando éste se encabronó y le impuso como castigo que empujara la piedra hacia la cima de la montaña.
Con un gran esfuerzo, sudor y lágrimas, cumplía su penitencia, pero casi al llegar a la punta, ¡zas! la maldita piedra rodaba hacia abajo y nuevamente tenía que ir por ella, así, por toda la eternidad.
¿Cuánto tiempo tendremos que subir la roca de la pandemia, pregúntome yo?
Eso no dependerá del Sísifo Tópez-Matell, sino de nosotros mismos.
Porque si seguimos haciendo reuniones familiares, carnes asadas, parrilladas, celebrando cumpleaños o visitando al abuelo, la curva se prolongará indefinidamente.
Una cosa es salir a la calle o a la tienda por extrema necesidad, como comprar mandado o ir a trabajar, y otra es que andemos en la socialité, echando chorcha con la familia y valiéndonos madre el mundo.
He detectado que es la raza de los barriales, donde menos acceso se tiene a la información, la que sigue realizando actividades riesgosas como si no hubiera una situación de emergencia sanitaria.
Basta que las autoridades se echen una vueltecita por La Nopalera, la 10 de Mayo, la Aquiles Serdán, la Juárez y otras colonias populares para que se den cuenta de la gran cantidad de reuniones familiares que hay, desde carnitas asadas hasta cumpleaños.
En muchos talleres mecánicos no falta el chupe con los cuates.
Otra cosa quiero decirles: México es el segundo país en obesidad. Eso significa que los mexicanos nos alimentamos muy mal. Al paso de los años, desarrollamos algo que se conoce como Síndrome Metabólico, asociado a enfermedades como la diabetes mellitus y padecimientos cardiovasculares.
Además de que somos gente muy sedentaria, como aquella icónica imagen de los inditos que hacen la siesta debajo de un nopal cubiertos con su amplio sombrero y su infaltable gabán.
No por nada el coronavirus está causando estragos en nuestro país, y lo que falta aún.
En el mito griego, Sísifo fue enviado al infierno y ahí le impusieron el terrible castigo de subir la piedra a la montaña.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Un guijarro en el sendero me aleccionó que mi hado sería girar y girar”. (Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar).