AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Chipilingate

En 1970, en Washington, Estados Unidos, ocurrió un vergonzoso episodio que pasó a la historia bajo el nombre de Watergate, un hecho que a la postre provocó la renuncia del entonces Presidente de ese país, Richard Nixon, por querer encubrir las pruebas de corrupción durante su mandato.

Tras mi vuelo vespertino me di a la tarea de analizar sesudamente los últimos acontecimientos de la política nacional y no pude menos que comparar con el Watergate la cena de negros que ocurrió el pasado 12 de febrero en Palacio Nacional.

Un centenar de los más encumbrados empresarios fueron invitados por el Pejidente para invitarlos a participar en la rifa del avionsote que nadie quiere y de cena, les dieron tamales de chipilín.

Los ricachones ya sabían a qué le tiraban. Incluso, cuando iba entrando a Palacio, el regordete y mofletudo Charles Delgado dijo, cuando un picudo reportero le preguntó cuántos cachitos estaría dispuesto a comprar: “Vengo a ayudar a país… valoro la compra de los boletos y sí me gustan los tamales de chipilín”.

Para quienes no lo saben, el chipilín (Crotalaria longirostrata) es una planta originaria de Centroamérica, perteneciente a la familia de las fabáceas (de las habas).

Si alguno de mis dos o tres lectores quiere elaborar en su casa unos deliciosos tamales de chipilín, como los que engulleron con fruición los millonetas invitados por ALMO, ahí les va la receta: Lavar muy bien el manojo de chipilín, colocarlo en un recipiente amplio. En otro boul, batir la manteca de cerdo hasta que esté ligeramente espesa; añadir masa de maíz y continuar batiendo durante diez minutos hasta que la masa esponje. Verter poco a poco el caldo de pollo, evitando que adquiera una consistencia líquida. Picar las hojas de chipilín y agregarlas a la masa. Colocar la preparación en las hojas de maíz (totomoxtle) y después llevarlos a una vaporera por una hora y media. Se van a chupar lo dedos.

Pero bueno, ¿en qué estaba? ¡Ahhhh, sí! Decía que el Chipilingate le da un cierto parecido al Watergate.

En el caso del primero, los empresarios sí, efectivamente, sabían a qué iban, pero lo hicieron casi, casi, obligados. No fueron por un sentido patriótico, como quiso hacer ver el magnate de las telecomunicaciones, Charly Delgado, sino porque prácticamente estaban obligados a hacerlo. Ahí mismo estaban los titulares del SAT y de Inteligencia Financiera, como dándoles a entender que si no compraban veinte, cuarenta o cien millones de cachitos, quedarían en lista negra.

La noticia dio la vuelta al mundo, y se vio como una muestra de autoritarismo, pero también de simulación. Para algunos analistas, este puede ser el principio de la caída del gurú de la 4T.

En efecto, como en Watergate, se está tratando de ocultar o disimular el verdadero sentido de esta chipilinesca reunión, y mucho me recuerda aquella frase del traficante chino Zhenli Ye Gon que dijo, cuando se vio acorralado: “O coopelas, o cuello”.

O cooperan, o les cae la voladora del SAT.

Una extorsión nada disimulada.

Ni duda cabe que en el primer año de gobierno de ALMO se han hecho cosas buenas, como la batalla contra la corrupción que apenas empieza y donde vemos que el monstruo de mil cabezas está dando de coletazos.

Otro tema que me parece que también es digno de aprobación es el rescate de PEMEX.

Aborrezco, por otro lado, que el Jefe del Pejecutivo salga todos los días en el Mañanero, porque es un truco electorero y futurista. Tampoco me gusta que insista un día sí y otro también, en dividir al país en dos bandos, como si no estuviera obligado a servir a todos los mexicanos por igual.

Repudio que no estén llegando medicamentos a los hospitales del Sistema de Salud, porque están muriendo niños y mujeres de cáncer, y bien podría investigar a los que hacían pingües negocios con las medicinas, mientras se normaliza el abasto a los nosocomios.

Por favor, si alguien lo conoce, hágale llegar este atento y bienintencionado exhorto para que corrija el rumbo, que deje a un lado los chistoretes y las ocurrencias y ejecute acciones que realmente beneficien a la República.

Concluye el presente tratado de arquitectura con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “Simio añojo está impedido de asimilar cabriola novedosa”. (Chango viejo no aprende maroma nueva).

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