Albureando
Cantaba Tony Aguilar aquella canción que decía: “Albur de amor/me gustó,/yo lo jugué-eee./ Como era probe/yo mi vida/la hipotequé-eee./
Pero el albur es mucho más que un sinónimo de suerte o fortuna. Es el alma del auténtico pueblo mexicano.
Hace algunos meses me lamentaba… (Nota de la Redacción: Hasta tú mismo te albureas, pinche Pegaso, ¡juar, juar, juar!) del fallecimiento de la reina del albur, Lourdes Ruiz, porque con ella México ha perdido a la más grande exponente del doble sentido y la picardía.
Doña Lulú, también conocida por el rumbo de Tepito como La Verdolaga Enmascarada, nos dejó, sin embargo, un gran legado en su icónico libro “Cada que te veo palpito”, ideal para leerse de una sola sentada.
¿Quién no se ha albureado alguna vez a un amigo?
El albur es como una especie de escudo o respuesta ingeniosa que das cuando un amigo te está molestando o importunando.
Ayer mismo, charlando con el Metro-10 en torno a la próxima entrega de la Medalla al Mérito Ciudadano, le dije a boca de jarro: “Tú eres el chico medallas, ¿no?”, y como no hay romo que no sea mañoso, como decía Gómez Lira, me contestó con otro albur: “No. Soy el chico temido”.
Y ni modo. Así es el mundo del albur. Coges y te cogen. Todo depende de la destreza mental y verbal que poseas, como decía La Verdolaga Enmascarada.
Pero hay de albures a albures.
Cuando iniciaba en el periodismo, allá por los años ochenta, dos de los mejores albureros de Reynosa, Magaly Martínez y Nicho Luna se enfrascaron en una lucha verbal, sin dar ni recibir cuartel.
Quienes estábamos presentes en el ágape, Don Adán Tisneros, Humberto De Andar, Mario Tópez, Rigo Garcés y un servilleta, muy apenas alcanzábamos a comprender la sarta de picardías y malas palabras que salían de su ronco pecho.
El buen albur necesita seguir ciertas reglas.
Por ejemplo, no se vale el insulto directo, porque si no, te chingaste.
Tampoco se utilizan palabras soeces.
El albur se debe contestar en menos de cinco segundos.
No se puede repetir un albur que ya se ha dicho.
Establecido lo anterior, conozcamos algunos de los más populares entre la broza de Tepito, la Peralvillo, la Roma y la Merced, todos ellos barrios bravos de la Capirucha:
-No sacudas tanto el chile, que se riega la semilla.
-No importa lo grueso, sino lo travieso.
-A travieso no me ganas.
-No sacudas tanto la cuna porque despiertas al niño.
-Tienes toda la razón adentro.
-En mejores tepalcates he freído mi longaniza.
-No se apene, pásele, joven.
-¿Le molesto con el chile? Es que me agarra lejos.
-Tú me la Pérez Prado con canciones de Agustín Lara.
-Eres el chico temido de la colonia.
-Soy pobre, pero pa’ los frijoles sí saco.
-A la larga te acostumbras.
Podría llenarse una enciclopedia con la gran cantidad de albures mexicanos. Por ejemplo, si hablamos de nombres propios: Tecla Varela Vara, Agapito Melórquez y Vélez Obando, Elver González, Salomé Terán; o pueblos famosos mexicanos: Tejeringo El Chico, San Jasmeo, San Casteabro, Tepiscoeloyo, Sumosoltlán el Grande, etcétera.
Pero no crean mis dos o tres lectores que el albur se circunscribe al idioma español, o a la jerga del caló mexicano.
En el japonés: Teyeno Tuoyo, Teruge Tumono, Yokero Tuchico, Yoshitoco Tukoshita; en árabe: Ben Jalam Elami o Mohammed Labara.
Hay todo un mundo por explorar en esto de los albures.
Por hoy me despido con el albur estilo Pegaso que dice así: “Atentamente: Alfonso Jr.” (Atentamente: Poncho El Chico).