AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

 Normalidad

Viendo desde lo alto de las nubes lo que ocurre a ras de suelo, no me queda más que menear la cabeza y chistar resignadamente, al darme cuenta de que la raza empezó a salir nuevamente a las calles, playas y antros creyendo que ya porque se cuenta con una vacuna las cosas van a ser como antes. 

¡No, señores! Las cosas no volverán a ser igual. 

De la misma manera en que el mundo tuvo que cambiar ciertas actitudes con la pandemia de VIH, donde el condón ahora es imprescindible para no contagiarse del virus, ahora será necesario llevar cubrebocas, geles bactericidas y todo el arsenal necesario para evitar el COVID-19. 

Por lo menos de aquí a mayo o junio, tenemos que seguir con las medidas preventivas y de restricción, si no queremos ser parte de la estadística. 

Una vez que se tenga la vacuna, gracias a la bondad de Carlos Delgado, primero se aplicará a las personas vulnerables, pacientes con diabetes, hipertensión, fumadores empedernidos, pacientes con VIH y tuberculosis. 

Si sobra, podrá protegerse también a personas sanas de la tercera edad y ya hasta el último, a los jovenazos, pubertos y chamacos. Pero eso ocurrirá después del 2022, para que el Gobierno Federal amarre las siguientes elecciones. 

Aún así, la vacuna no garantiza que no seguirán los problemas de salud.  

Después del COVID-19, seguramente vendrán otras amenazas biológicas.  

Quien sabe, quizá, tal vez, como decía Capulina, el coronavirus se transforme en otro agente mucho más letal, porque hay que recordar que nos enfrentamos a organismos mutantes, muy posiblemente generados en un laboratorio. 

En un meme que ví ayer tarde, al bajar de mi cumulonimbus, alguien señalaba: Van 50 años y no se ha descubierto la vacuna contra el SIDA, 100 años que no se ha descubierto una vacuna contra el cáncer y más 80 años que no se ha descubierto una vacuna contra la diabetes, ¿y en solo siete meses se cuenta ya con la vacuna contra el COVID? 

La verdad que esto apesta, y no precisamente a rosas. 

He de decirles, mis dos o tres lectores, para que ustedes a su vez hagan llegar el mensaje a miles o millones de ciudadanos más, que no porque ya se haya anunciado una vacuna contra el coronavirus nos vamos a soltar el pelo, como Gloria Trevi. 

Hay quienes dicen: “Me vale madres. Ya me voy a quitar el cubrebocas, me voy a ir a la Isla del Padre o a Matamoros a lucir mi cuerpecito en la playa y a echarme un chapuzón en el mar, al cabo que ya tenemos vacuna”. 

Pero no hay que caer en nuestra propia trampa. 

Vacuna o no, aún es peligroso exponerse a la carga viral, sobre todo para los botijoncitos, diabéticos, hipertensos y pacientes con enfermedades crónico degenerativas y Síndrome Metabólico. 

A menos, claro, que con esta nueva actitud también tengan un tanque de oxígeno de reserva y todo el coctel de medicamentos necesarios para enfrentar con éxito los estragos que causa el SARS-CoV-2 en el organismo. 

Todos los días monitoreo el ritmo de contagios en Reynosa y en Tamaulipas.  

Si vamos a asumir que por tener vacuna ya podemos hacer lo que hacíamos antes, no pasará mucho antes de que la curva vuelva a incrementarse. (Nota de la Redacción: Nuestro colaborador elaboró la columna ayer por la tarde, antes de conocerse el nuevo “pico” de la pandemia en Reynosa. ¡Brujo!¡Brujo!) 

Recordar que viene la época invernal, con toda la gama de enfermedades respiratorias y si los hospitales se saturaron durante la primavera y el verano, ¡imagínense cómo estarán durante el otoño e invierno! 

Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “Crucifijo, crucifijo, que se aleje el demonio y se aproxime Jesucristo”. (Cruz, cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús). 

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