Coronavirus
Llevamos ya casi dos meses del 2020. En estos poco más de cincuenta días, nos hemos enterado de una amenaza global que ya empieza a afectar la economía de las naciones, incluyendo la de México.
El coronavirus dicen que surgió en un conglomerado urbano de China, que fue un animal parecido al armadillo llamado pangolín el que la transmitió al ser humano; otros dicen que se trata de un compló de los gringos para diezmar la población y el poder económico de los ojos de rendija.
Pero sea como sea, la amenaza es real, y lentamente avanza hacia los países occidentales.
En Europa ya ocurrieron las primeras muertes asociadas al coronavirus, 2019-nCoV o CoV19, como también se le conoce.
En países orientales, como la propia China, Corea y Japón, los artículos más demandados son las mascarillas y cubrebocas.
Allá, en las alturas, mientras volaba esta mañana disfrutando anticipadamente de los aires primaverales, pensaba cómo la expansión de esta pandemia podría provocar una reacción de pánico mundial y poner a la Humanidad de rodillas.
Con lo fácil que resulta realizar viajes intercontinentales, es de esperarse que el coronavirus llegue a países como México, donde no estamos preparados para atender una emergencia de tal magnitud.
Preocupados más por la corrupción, los gobernantes evidencian una singular miopía y no ven lo que se nos viene encima.
Víctimas de una mal entendida austeridad que raya en lo miserable, miles, cientos de miles o millones de personas podrían saturar los hospitales donde no hay ni siquiera un mejoralito para el dolor de cabeza.
¿Cómo le harán los médicos y enfermeras? Ellos mismos estarán tan vulnerables, tanto como el resto de la población.
Pero no creo que le hagan como los galenos que atienden los hospitales de China, que sabedores de lo peligroso de este germen, se han despedido de sus familias porque lo más seguro es que ya no regresen vivos.
No me gusta citar la Biblia, ni las profecías de Nostradamus, ni el programa de Los Simpsons ni las previsiones de Mahoni, vidente transexual, pero ahí tenemos algo que pudiéramos calificar como apocalíptico.
Es del conocimiento común que la Biblia hace referencia a los Cuatro Jinetes como señal de que se acerca el fin de los tiempos: El que monta un caballo negro, identificado con la hambruna, el que va a lomo de un caballo rojo, representando a la Guerra, el que va sobre un caballo bayo, identificado con La Muerte y el del caballo blanco, la Peste.
No me preocupa tanto que se cumplan las profecías, sino que haya personas o grupos de personas interesadas en hacer que se cumplan.
Ya lo decía Albert Camus, un filósofo existencialista fundador del absurdismo, una forma de pensamiento donde el ser humano busca siempre el significado de su existencia sin encontrarlo.
Es también famoso por proponer una solución a la explosión demográfica. Decía que cada cierto tiempo, bajo determinadas circunstancias, es necesario darle una rasuradita a la población mundial para que los sobrevivientes tengan más alimentos y recursos disponibles.
No nos vayamos tan lejos, inspirados por Camus, los hombres más ricos del planeta no escatiman recursos para eliminar a los pobres, a los enfermos y a los débiles.
Recién salió una noticia a nivel internacional donde 11 mil expertos de distintas disciplinas insisten en disminuir la población humana para desacelerar el calentamiento global.
Es así como se han “programado” guerras mundiales o conflictos regionales, y hasta enfermedades como el VIH, el ántrax, la fiebre porcina y ahora, el coronavirus,-de acuerdo con los más acendrados conspiranoicos.
No me queda más que cruzar los dedos para que no nos llegue a nosotros el mentado coronavirus, porque si llega, ¡ya nos cargó el payaso!
Va el refrán estilo Pegaso: “¡Equivaliendo progenitora e invocando al Enmascarado de Plata!” (¡Valiendo madre y llamando al Santo!)
Posdata: Aunque el Sistema Nacional de Salud no está preparado, la raza ya está preparando los memes y los corridos para la llegada del coronavirus.