Gruta
Democracia (del griego demós=pueblo y cratos=gobierno) no significa estar en contra de todo y de todos; no es agarrarse del chongo con alguien que piensa diferente; no es organizarse en tribus y grupúsculos que nada aportan.
Por el contrario, significa disentir, pero con razones lógicas y sustentadas, cuyo objetivo sea buscar el beneficio común.
Algo tan difícil de ver y más de alcanzar, que dudo mucho que alguna vez podamos tener la dicha de decir que México entró en una etapa democrática.
Resulta que estamos igual que los personajes de la Gruta de Platón.
Básicamente, la alegoría de la Gruta de Platón consiste en lo siguiente: Hay dos personas en el fondo de una cueva fuertemente atadas desde su nacimiento, de tal manera que no se pueden mover y siempre están viendo la pared del fondo. Afuera de la gruta pasan muchas personas y objetos, así que lo único que pueden ver son las sombras y escuchar los sonidos.
Pera ellos, ese es el mundo real, porque es lo único que conocen.
En un momento dado, uno logra zafarse de sus ataduras y sale de la gruta. Lo primero que siente es un intenso dolor, porque los rayos del sol lo lastiman y lo enceguecen, pero cuando se acostumbra, contempla maravillado todo aquello que forma el mundo real: Los vívidos colores, las formas, los volúmenes, los rostros de la gente, los sonidos de todo tipo. Y al comparar las tristes sombras de la cueva con el mundo real, ve que hay una diferencia enorme entre ambos.
El hombre regresa a la cueva y narra al que continúa atado todo lo que acaba de ver. Pero como éste jamás ha salido, no tiene ni idea de lo que habla su compañero.
Así estamos los mexicanos. Jamás hemos visto la democracia y difícilmente podremos salir de nuestra gruta para darnos cuenta realmente de la diferencia que hay entre ésta y lo que hemos vivido a lo largo de nuestra historia.
También se parece a la Fábula del Dr. Rana: Hay dos ranitas en un pequeño estanque. Nunca han salido de él desde que eran renacuajos, así que es lo único que conocen. Saben de la existencia de una piedrita acá, una florecita allá o una ramita acullá, pero ignoran lo grande y maravilloso que es el mundo fuera del estanque.
Una de ellas se anima y salta hacia la orilla, después sigue brincando, llega a una colina, se va más allá y empieza a recorrer el mundo.
Pasa el tiempo y cuando regresa al estanque, la otra ranita sigue allí, con la misma rutina y los mismos elementos.
La rana vagabunda empieza a explicar a su compañera cuán grande es el mundo, la enorme cantidad de árboles, de animales y de montañas que hay en el exterior.
Y a cada cosa que le describía, la otra ranita le preguntaba: ¿Es tan grande como nuestro estanque? ¿Es dos veces más grande que nuestro estanque?¿Tres veces más grande? Siempre en razón del estanque porque no tenía otro punto de referencia.
Así, pues, los mexicanos no tenemos punto de referencia para conocer la verdadera democracia.
Como en la Gruta de Platón, seguimos viendo las sombras, o como el amigo del Dr. Rana, todo lo vemos en razón de nuestro pobre charquito.
Termino esta muy filosófica colaboración con la frase estilo Pegaso, cortesía de conocido demagogo: “Incluyendo a la población, ¡la totalidad!; en ausencia de la población, ¡la nulidad!” (Con el pueblo, ¡todo!; sin el pueblo, ¡nada!)