Viral
Hacerse millonario sin mucho esfuerzo, sin quemarse las pestañas en la universidad, sin meterse a la política, sin ser capo de la delincuencia organizada, sin recibir herencia o sin sacarse la lotería, ya es posible.
Tampoco es necesario tener un talento especial. Es más, no tiene usted que ser bonito. Basta tener alguna rareza y perderle el miedo al ridículo para hacer cualquier pendejada en las redes y hacerse viral.
Si cumple con esos sencillos requisitos, pronto su cara estará en el top trending y en todos los memes habidos y por haber.
Yo me quedo realmente anonadado, patidifuso, asombrado, maravillado y algo apendejado cuando veo por ejemplo, al Chaparro Chuarcheneger.
Un tipo que está más feo que un carro por abajo, casi un enano, con cuerpecito de boiler, prieto, cachetón, con bigotes de gusano quemador, dientes de mula maicera, peinadito a lo jíbaro y ojos pizpiretos, ha logrado hacerse rico casi de la noche a la mañana.
Como Juan Camaney, masca chicle, pega duro y tiene viejas de a montón.
Y como dije, a pesar de todo, cada chingadera que sube a las redes sociales se hace vira.
Si por cada vez que aparece su cara en Internet le pagaran un peso, ya sería más rico que Jeff Bezos, Bill Gates, Warren Buffet, Mark Zuckerberg y Carlos Slim juntos.
Alejandro Rodríguez, de Monterrey, se dio a conocer en You Tube cuando explicaba las razones por las cuales no puede trabajar, entre otras, porque las mujeres siempre lo están acosando.
“Me voy a cambiar la cara, yo ya no quiero estar guapo; las mujeres me persiguen, eso ya no lo aguanto”,-decía en uno de sus primeros memes.
Siga usted el ejemplo del Chaparro Chuarcheneger.
Total, si va a hacer el ridículo y se gana una buena feria, ¿qué más da?
Yo me pasé muchos años estudiando y sigo jodido.
Hoy por hoy, no es necesario tanto sacrificio.
Pero a pesar de todo, ser famoso en las redes requiere de algo intangible que algunos pueden llamar “golpe de suerte” pero que en realidad es la conjunción de muchos factores.
De lo contrario, todos seríamos top trendings todos los días y a cualquier hora.
Pero para eso no hay una fórmula. La Internet es así, imprevisible, porque todos la hacemos.
En un momento dado, un tema puede estar en boca de todos, como sucedió con la “Quinceañera de Rubí”, y en poco tiempo, pasar al anonimato.
¿Quién se acuerda de las primeras ladies y los primeros lores? O de los estúpidos retos, o de muchas otras jaladas de pelos que se han hecho virales y luego desaparecieron como llegaron?
Todo forma parte de las veleidades del ser humano.
Como decía mi maestro Richard Dowkins en su libro “El Gen Egoísta”: Los memes son unidades de información.
Basta con que algo encienda el interés en las neuronas de un influencer, para que éste lo haga viral y pronto aquello estará inundando las redes sociales.
Por eso mismo los dejo con el refrán estilo Pegaso: “No existe perjuicio que por beneficio no proevenga”. (No hay mal que por bien no venga).