Historias de Frontera/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

Salomón Ibarra Aguillón, precursor de la IV T en Tamaulipas

El profesor Salomón Ibarra Aguillón, nació en cuna modesta, estudió en la Escuela Normal de Tamatán en Ciudad Victoria, Tamaulipas –o sea: en la escuela más humilde, de las casas educativas más humildes de la región–, vida personal austera y vida política de sólidos principios éticos.

Militó en el PRI por décadas.

Por una razón fundamental: era miembro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que fue pieza orgánica de ese partido. Justo por ello, acompañó como suplente de alcalde al comerciante mueblero Noé Garza Martínez en la elección constitucional de principios de los 80.

En esos tiempos, ya el PARM en picada, los comicios para el PRI resultaban un día de campo.

Noé y Salomón ganaron sin problemas.

No tuvo tiempo el comerciante de darle tinte a su administración: murió en un accidente carretero, cuando se trasladaba en su Gran Marquis a la ciudad de Monterrey. La noche de su sepelio, se desataron las más negras conjuras para evitar que el suplente tomara el cargo que en esas circunstancias por ley le correspondía.

El SNTE, en todos los niveles, esfumó la intentona de hacer alcalde a otro personaje.

Ibarra Aguillón, tomó protesta como alcalde en 1982.

Bruno del Río Cruz, Secretario General de Gobierno, se quedó junto con los complotistas, lamiéndose los bigotes.

El gobierno de Ibarra Aguillón, sorprendió a todos.

Primero a Bruno del Río.

Pensó el número dos del gobierno de Emilio Martínez Manautou que el nuevo alcalde iba a trastocar toda la red de compromisos hechos por Noé –léase fuentes de financiamiento– como la Comandancia de Policía y del Departamento de Tránsito.

No ocurrió.

El nuevo jefe edilicio, dejó todo como lo había articulado el difunto.

Del Río Cruz, fue feliz: los recursos recolectados en esas instituciones de seguridad, llegaron plenas al tampiqueño; y con más volumen: Salomón, rechazó lo que esos funcionarios de policía y tránsito entregaban a Noé mensualmente.

En un corto tiempo, regidores, síndicos y demás servidores públicos del Ayuntamiento, se dieron cuenta de la sorprendente honestidad de su alcalde: no tomaba viáticos para si; no usaba vehículo oficial –se hizo legendaria su camioneta Chevrolet, verde con una franja crema, que usó hasta 20 años después de dejar su cargo– y jamás agarró un peso que legalmente no le correspondiera.

Años más tarde, contendió nuevamente por la alcaldía.

Había dejado el PRI, sumándose al Partido de a Revolución Democrática (PRD) en los tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Fue derrotado angustiosamente –5 mil votos de diferencia, que eran nada ante las prácticas tradicionales del tricolor y sus promotores–, por Jorge Cárdenas Garza.

Hizo caminando toda la campaña.

–Un par de zapatos mas, que hubiera gastado, y nos gana–me contaría meses más tarde, el compañero de fórmula de Cárdenas Garza el victorense, Antonio Martínez Torres.

Retirado de la política partidista, fue funcionario en la Secretaría de Educación Pública en la capital del estado.

El no robar, no mentir y no traicionar, –en el ámbito de la política y la administración pública– tuvieron en Salomón cuarenta años antes de la IV T, su mejor ejemplo en Río Bravo y en Tamaulipas.

Nadie como él.

Ni uno solo.

Sí señor: Salomón Ibarra Aguillón, precursor de la IV Transformación en la región

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