Por Antonio Arratia Tirado
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Ahí está -de rodillas-, el poderoso policía del mundo. El gran demócrata, el amo de países y almas. El gran autócrata disfrazado de buen samaritanto, irónicamente puesto en ridículo con sus propias armas: la soberbia, la locura y la sinrazón.
Si una mujer hubiese muerto en el capitolio de cualquier país, Estados Unidos y sus aliados ya estarían encima, organizando golpes de estado y condenando a los países “bananeros” a sus caprichos en nombre de la democracia hecha valer con el poder de las armas.
Este miércoles ocurrió en Estados Unidos y quedaron petrificados y desnudos ante el mundo
El desenlace está pendiente, pero la exhibida fue monumental.
Como Juan por su casa, los enardecidos manifestantes enviados por el aún presidente Donald Trump burlaron las vallas que rodean el Capitolio y lograron ingresar al edificio en plena sesión de ambas cámaras del Congreso, que se reunían para certificar la victoria del presidente electo Joe Biden.
Y ahí, en Washington D.C., el epicentro del poder mundial- porque así lo califican ellos-, Estados Unidos ha recibido una lección de pronósticos reservados.
Lo impensado: Si tradicionalmente sus presidentes se han manchado las manos con la sangre de miles de ciudadanos del mundo, esta vez la sangre de una mujer estadunidense corrió por los pasillos internos del propio Capitolio de Estados Unidos.
Si bien era una aliada de Donald Trump, Joe Biden no puede escurrir el bulto y evadir su responsabilidad histórica. Es el presidente electo, es su país, los que instrumentaron la sedición son estadunidenses, y hasta la tarde de este miércoles, con Washington D.C., bajo toque de queda, se ha visto débil, disminuido y sometido por las demenciales actitudes de un presidente chiflado que se niega a dejar el poder alegando fraude.
Sí, ese presidente locuaz y lengua larga que nos ha querido encerrar en un muro porque a los gringos y a él les produce asquito tener cerca a tanto mexicano asesino, violador y drogadicto.
Y hoy, esos decentes y pudibundos ciudadanos apenas se están reconociendo como son: mortales comunes y corrientes que, con dinero y el mortífero poder de sus armas, han pretendido dominar al mundo, sin admitir que lo que subyace en ellos es el clasismo, la discriminación racial y la miseria humana.
La ironía de la vida es que uno de los suyos, quizás lo más representativo de Estados Unidos, los acaba de exhibir ante el mundo. Y ese es Donald Trump.
La gran democracia se bate en su propia putrefacción y en su propio excremento, y aunque aún es muy pronto para saberlo, no es improbable que su hegemonía empiece a declinar y la geopolítica mundial sufra un acomodamiento. Los líderes de otros países, seguramente, empezarán a mover sus piezas en un intento de darle vuelta a la tortilla con el fin de emparejar el marcador.
Una mujer muerta a balazos en el interior del Capitolio, por lo menos 13 detenidos y la existencia de armas y explosivos en el lugar no es poca cosa. Y tampoco lo será si Donald Trump sigue empecinado en mandar a sus huestes al sacrificio, a poner el pecho a las balas de los policías, mientras él disfruta una venganza enfermiza, enloquecido como está porque sabe que sin el poder omnímodo que mantuvo ya no volverá a ser el mismo.
Lleno de miedo, el presidente electo Joe Biden apenas atinó a decir que fue un “asalto sin precedentes” a la democracia de Estados Unidos, pidiendo a Donald Trump pronunciarse por televisión para hacer retroceder a sus huestes.
Lo más fuerte que dijo es que el asalto al Capitolio fue una insurrección, pero no fue capaz de llamar a las cosas por su nombre ni enseñó dotes de liderazgo que se pusieran por encima de la actitud golpista de Donald Trump.
Más allá de lo que pueda ocurrir en las horas siguientes, lo cierto es que el mundo entero está observando a Estados Unidos con atención.
Quizás pase lo peor, o todo quede en una exhibida muy vergonzosa, pero de lo que no queda duda es que Estados Unidos es un gigante con pies de barro, que igual puede quedar arrodillado como decenas de países sometido por ellos por medio de las armas y su poderío económico.
¿Países antidemocráticos y bananeros? Señor Biden, empiece a degustar su plátano a mordiditas…