Insurrecto
Ya lo dijo Pepe Biden: Lo que El Trompas provocó ayer en el Capitolio de Gringolandia no es una protesta, sino una insurrección.
Los vándalos nazis invadieron, rompieron vidrios, golpearon, hubo cuatro muertos, entre ellos, una mujer… Nomás les faltó prenderle fuego.
Digo. Si algún otro ciudadano, principalmente los de alguna minoría, como los negros, los chinos, los latinos o los migrantes ilegales incurrieran en un acto de insurrección, ya lo habrían mandado a la horca, lo hubieran quemado en leña verde, luego lo pondrían en la silla eléctrica, le darían a beber ácido de batería, le aplicarían la urracarrana y la Nelson invertida.
El insurrecto Trompas, hasta hace medio segundo Presidente de aquel país, es el típico gringo loco que grita, patalea y hace berrinche cuando algo no le sale bien.
Biden debería sostener su acusación ante un tribunal y hacer oficial el cargo de insurrección contra el saliente Trompas.
Si la palabra “insurrección” es similar o equivalente al término “traición a la patria”, bien se puede aplicar al nazi loco el castigo que tal actitud implica.
Lo menos sería mandarlo a una prisión de alta seguridad, a hacerle compañía a El Chapo Guzmán, o llevarlo directamente al paredón con su bola de supremacistas del Ku Kux Klan.
Claro que por supuesto que me importa un soberano sorbete si no me hacen caso y los dejan ir sin castigo. A final de cuentas, no es mi país.
Pero hay que recordar que cualquier cosa que suceda en Gringolandia nos afecta al doble o el triple. Si derivado de una situación como que la que vimos el miércoles ocurren repercusiones de tipo financiero, ya nos cargó el payaso.
Recordemos que durante la burbuja inmobiliaria del 2008, ellos se recuperaron rápido, pero nosotros tuvimos que esperar hasta dos o tres años para alivianarnos. Y luego se vino el tema de la guerra contra el narco y todo empeoró.
Por lo pronto, enviaré un oficio a Joe Biden con copia al Congreso norteamericano para que cuanto antes le pongan una camisa de fuerza a El Trompas. No vaya a ser la de malas y ahora sí se le ocurra apretar el Botón del Fin del Mundo.
En algunas ocasiones aventuré que este loquito tenía toda la pinta de ser un nuevo Hitler, porque incluso lleva sangre teutona, y que iba derechito a crear un Cuarto Reich en tierra gringa, como efectivamente ya lo existe en los hechos.
Háganme caso y átenle las manos.
Destitúyanlo, cuélguenlo de los güevos y pónganle Cola Loca en la boca para que deje de estar vociferando e incitando a la violencia. Recuerden que todavía tiene catorce días en el poder y puede hacer cualquier cosa que se le hinche.
Otra idea que se me está ocurriendo es que Elon Musk lo suba a una de sus naves espaciales y lo envíe a alguna luna de Júpiter con todos sus supremacistas blancos para que dejen de estar robando oxígeno en la Tierra.
Que se vayan todos, pero que nos deje a la sabrosa y correteable de Melany.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¿Apeteces una nueva porción o te proceso en grasa vegetal un embrión de gallinácea?” (¿Quieres más o te guiso un huevo?)