Picateclas
Parafraseando al célebre poeta riobravense, Jesús Polanco: “Qué triste es llegar a viejo/todo se te va en dormir;/ la desta se hace pellejo/la vieja te hace pendejo/ y ya no te puedes subir”./
Y sí. Hoy por hoy, llegando casi al sesentón, miro en retrospectiva y veo los pocos logros que he obtenido en mi carrera de casi cuarenta años de picateclas.
Ser viejo, y además periodista, es una de las cosas más dramáticas que puede haber.
Las empresas periodísticas, estaciones de televisión y radiodifusoras desde hace mucho se deshicieron de parte de su personal más antiguo, con apenas un “gracias por sus servicios” y ni siquiera liquidarlos conforme a la ley.
Muchos hemos tenido que crear nuestro propio medio electrónico para poder subsistir.
Yo recuerdo aquellos tiempos ya lejanos cuando el periodista tenía muy buenos ingresos.
Cuando venía La Quina en gira de trabajo, con su inseparable Chava Barragán, los que cubrían la fuente se peleaban porque les dejaba una buena lana, aparte de la plana o dos de publicidad que generaban ingresos para el periódico.
Aquellas comilonas con el Rector de la UAT, José Manuel Adame Mier, pantagruélicas, en el restaurant Sam´s. Y al final, una buena piscacha para el afortunado que cubría la fuente.
Y las visitas del Gobernador Emilio Martínez Manautou, Américo Villarreal Guerra y todavía los primeros años de Manuel Cumbiazos Lerma, donde el jefe de prensa se ponía a una cuadra de distancia y la raza hacía filas kilométricas para recibir el sobre bien pachón.
Esos buenos tiempos se acabaron.
A mí me tocó solo el cascajo, porque en aquellos ayeres aún conservaba mis inmaculadas alitas blancas.
Con el paso del tiempo, las cosas cambian. Hoy en día la mayoría de nosotros sobrevivimos gracias a los contratos publicitarios con los municipios, el Gobierno del Estado y la UAT.
Yo, les soy sincero a mis dos o tres lectores, tengo un modesto ingreso a cambio de mis servicios de difusión con el Municipio, del cual soy proveedor. Para ello he tenido que cumplir una serie de requisitos y documentos.
Nada que ver con los millonarios contratos que a nivel nacional tenían los Dórigas, los Zabludovskys, los Lorets, las Michas y demás comunicadores de alto pedorraje, con el Gobierno Federal.
Aquellos tuvieron oportunidad, gracias a ese nivel de ingresos, de hacer pequeñas fortunas, a diferencia de los periodistas de provincia que nos quedamos con una mano adelante y otra atrás.
He hecho un cálculo de cuál es mi nivel de ingresos actualmente y resulta algo preocupante: Después de impuestos, que es el 30% de lo que recibo, el pago de servicios y el gasto diario, acabo con un ingreso de apenas 2 mil pesos mensuales, libre de polvo y paja, es decir, unos 500 pesos por semana, que es la tercera parte de lo que gana un trabajador de la maquila.
Y como yo hay muchos que tienen que vender chácharas en los tianguis o por Internet para complementar el gasto familiar.
La cosa se complicó porque desde hace más de un año el Gobierno del Estado no paga los contratos a los medios de comunicación grandes, medianos y chicos.
Por eso me acordé del conocido vate riobravense, Jesús Polanco: “Qué triste es llegar a viejo…/ etc”.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Se procederá a estructurar la flatulancia”. (Se va a armar el pedo).