Vacunación
Hoy empieza la vacunación en segunda dosis para adultos mayores de 60 años en el Municipio de Reynosa.
Ojalá que sea algo más organizado, porque la primera vez se armó un tremendo desgarriate, aunque, a decir verdad, no llegó a los extremos como en Tampico, donde hubo hasta guantadas, manifestaciones y soponcios de los adorables y apacibles abuelitos.
Hasta ahora se ha aplicado el biológico a trabajadores de la salud, a los mayores de 60 años y a los maestros, pero… ¿qué hay de los periodistas?
Ayer mismo, poco antes de iniciar una misa con migrantes, el Obispo de la Diócesis de Matamoros, Eugenio Andrés Lira Rugarcía nos decía que nos cuidáramos mucho, porque somos una pieza fundamental para que la comunidad esté enterada, porque si no está enterada, hay desconocimiento, y si hay desconocimiento, hay ansiedad, y si hay ansiedad, bajan las defensas, y si bajan las defensas, entra más fácil el coronavirus.
-Oiga, señor obispo-le preguntamos-, ¿usted no ha enfermado de COVID-19? Y el mitrado, mirando con ojos cándidos al cielo dijo: “Él me cuida”.
Y bueno, aseguró que ha andado en todas partes, inclusive ayer visitó un reclusorio y hasta ahora ni un simple moquillo ha tenido.
-“Tal vez porque el coronavirus no nos da a los feos”,-dijo en son de broma el chaparrín líder eclesiástico.
Ya en serio. Todo mundo quiere ponerse la vacuna, porque será uno de los requisitos para poder pasar a los Estados Unidos, una vez que se abran los puentes internacionales.
Me acordé de aquella famosa caricatura, donde todo mundo ponía su trasero, señalando cada quien hacia sus propias nalgas, mientras del cielo caía una lluvia de jeringas con el salvador biológico.
Por cierto, los especialistas aseguran que la vacuna no nos va a liberar del COVID-19, sino que mitigará los síntomas y evitará que los índices de mortandad sean tan elevados.
A partir de ahora-comentan- hay que aprender a vivir con el coronavirus y sus mutaciones, lo que significa que sí o sí, debemos seguir utilizando el cubrebocas y mantener la sana distancia.
Una vez que se vacune a un número suficiente de personas en el mundo, algo así como el 75 u 80% de la población, podríamos quitarnos la mascarilla y volver a hacer casi nuestra vida normal.
El SARS-CoV-2, el virus del COVID-19, se quedará, mutará y seguirá afectando a la Humanidad, junto con otros virus que causan condiciones de salud graves, pero ya no representará un alto riesgo de muerte.
Retomo el tema de la vacunación a los periodistas. Hasta ahora, por motivos bien entendibles, los médicos, enfermeras y camilleros debían ser vacunados de inmediato, porque son la primera línea de defensa ante el coronavirus, los viejitos, porque son los más vulnerables y los maestros, porque es muy necesario que se vuelva a las clases presenciales.
Los periodistas, por otra parte, estamos obligados a tener contacto con mucha gente, al aire libre o bajo techo.
Conozco varios compañeros que están luchando contra el virus, luego de contagiarse durante el arranque de las campañas políticas.
Yo mismo he tenido que salir todos los días, aún durante los períodos de contagio más álgidos, cuando la Secretaría de Salud reportaba hasta 160 casos diarios en Reynosa.
En unas cuantas semanas deberá tocarme la vacuna, porque ya pronto cumpliré el sesentón, pero, ¿y el resto de mis compañeros de oficio?
Hay muchos chavos cuyo sistema inmune los protege adecuadamente, pero pueden convertirse en fuente de contagio para los chavorrucos de mayor edad, como Yogas, el cantinero.
Termino esta colaboración con el refrán estilo Pegaso: “A la senectud, patología viral propia del período infantil”. (A la vejez, viruela).