AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Maromas

No hay ni habrá en Reynosa otra persona que haya llevado con más orgullo el honroso título de “Maromero”, como el ya finado Carlos Ibarra Pérez. 

Amigo de los amigos, era como decía la canción: solía quitarse la camisa por los demás, literalmente hablando. 

Yo me acuerdo que hace unos doce años, se presentó un sorpresivo frente frío y nos agarró a Isael Castillo y a mí con camisa de manga corta. 

El frío calaba hasta los huesos y se hacía cada vez más insoportable. 

Como estábamos cerca de la colonia Antonio J. Bermúdez, donde vivía Carlos, llegamos hasta su casa y le solicitamos nos prestara unas chamarras para cubrirnos del gélido ambiente. 

No lo dudó. Fue hasta su closet y sacó dos afelpados abrigos, los cuales le entregamos al día siguiente, con nuestro eterno agradecimiento por habernos librado de tan inmisericorde clima. 

Por eso me dio no se qué, cuando alguien dijo que ya le habían tumbado el título de “Maromero” a Carlos Ibarra, o que ya había aparecido otro sujeto que vendría a ocupar el nicho que dejó vacante. 

Se trata de un título ganado a pulso, vitalicio. 

Como cuando uno gana una medalla en las Olimpiadas por algún logro deportivo y después, cuando atraviesa por alguna depresión económica vende la presea, pero a final de cuentas sigue siendo un medallista olímpico. Así fue Carlos Ibarra. 

La distinción de ser el primer y único “Maromero”, se la llevó a la tumba. 

Pero, ¿cómo se ganó tal mote nuestro buen amigo, héroe de mil batallas y líder natural de las colonias populares? 

Durante buena parte de su vida estuvo afiliado al Partido Revolucionario Institucional. 

Con aquellos primeros quiebres y excreciones del PRI, donde salió a relucir la fuerte figura de don Ernesto Gómez Lira, Ibarra se sumó a ese proyecto, abanderado por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el extinto PARM. 

Gómez Lira obtuvo el triunfo y fue Alcalde por la vía de la votación, ya que anteriormente había sido titular de la Junta de Administración Civil. 

Años después, en una nueva elección, lo atrajo su compadre Ramón Pérez García hacia el PAN, donde también ganaron la elección de Alcalde. 

Ese es el origen de tan rimbombante mote, que él llevaba con orgullo. 

Ahora me dicen que otro reclama tan insigne lugar en los anales de la política local. 

“Maromero” siempre habrá uno, y lo digo con mucho cariño, como lo puede atestiguar el insigne master en educación Pepe Chávez. 

Amigo de muchos, muchos años, Carlos Ibarra y un servidor tuvimos historias comunes, como cuando en cierta ocasión se le ocurrió declarar que ofrecía 10 mil dólares por cada policía americano muerto. 

La noticia se publicó en periódicos del Valle de Texas y de ahí, dio la vuelta al mundo. 

En la Oficina Oval de la Casa Blanca, el entonces Presidente de los Estados Unidos, George Bush, giró la orden ejecutiva: “Ir a Reynosa a buscar a ese tal Maromerou y traerlo para hacerle manita de puercou”. 

Ese mismo día, una nube de agentes de prácticamente todas las agencias de inteligencia del mundo, la CIA, el FBI, NSA, M15, M16, Mosad, FSB, KGB, ISI, MSS, DGSE, Europol y hasta el HEB se dieron cita cerca de la Presidencia Municipal de Reynosa, preguntando por Carlos Ibarra. 

-Lo acabo de ver que iba caminando hacia aquella calle,-le dije a un mal disimulado militar vestido de paisano. 

Y se fueron siguiendo la pista falsa. 

Cuando Carlos venía, un rato después, muy quitado de la pena, le dije: “¿Pos qué fue lo que hiciste, que te andan buscando?” 

-Nada. Solo que había ofrecido 10 mil dólares por cada policía gringo muerto. 

-Entonces, pélate, antes de que te vean. 

Y se fue a esconder a su casa de la Antonio J. Bermúdez, de donde no salió en varios meses, hasta que se calmaron las aguas. 

Viene el refrán estilo Pegaso: “Le produjeron el mismo efecto que la ventisca al Benemérico de las Américas”. (Le hicieron lo que el viento a Juárez). 

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