AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Humanidad

Vi por ahí hace tiempo una frase que decía más o menos así: “En el mundo hacen falta menos humanos y más Humanidad”. 

Esto viene muy a propósito por los hechos violentos que sacudieron una vez más a los habitantes de Reynosa. 

El saldo del sábado negro, hasta donde vamos, es de 15 civiles muertos, incluyendo un estudiante de enfermería, amas de casa, albañiles y taxistas, y 4 sicarios abatidos. 

En las redes sociales una usuaria que se identifica como “Acuario Villa Villa” subió el siguiente comentario: “Mi pregunta es esa gente que hizo eso no tendrá mamá papá e hijos aquien ame o acaso no siente dolor en su corazón cuando se acuesta a dormir y se pone a pensar todo lo que ha hecho y saber que están vivos a pesar de ser tan malos acaso no piensan que si siguen vivos es gracias a nuestro Dios por Dios ya nomas dolor para nuestra ciudad”. (Se respetaron los horrores ortográficos y sintácticos). 

Quiero contestarle a esta buena señora y a todas las demás personas que se preguntan si los engendros que realizaron esta masacre tienen conciencia o remordimientos por lo que hicieron. 

Mi respuesta forma parte de una tesis doctoral que será presentada en las más altas tribunas de la Nación y seguramente contribuirá al engrandecimiento de la Patria, constituyendo un importante pilar para la consolidación de la moralidad y la ética universal. 

Señora: Los tipos que matan a sangre fría no tienen conciencia. Si alguna vez fueron humanos, ya no lo son más. Renunciaron a su Humanidad desde el momento mismo en que decidieron convertirse en fieras rabiosas. 

No creo que cuando se vayan a dormir estén pensando en sus seres queridos o en Dios o en cualquier otro freno moral. 

Sí. Se sabe que muchos delincuentes son muy religiosos. Hay historias de personas que se han podido salvar gracias a que se ponen a rezar y despiertan en ellos una débil conciencia remanente. 

Más cuando se trata de ejecutar una tarea, emerge de nuevo la bestia y sepulta cualquier resquicio de piedad. 

Definitivamente no fueron balas perdidas las que mataron a quince inocentes, ese sábado 19 de junio. 

Fueron directo a ellos. Los criminales sabían lo que hacían. Es una guerra, y en las guerras hay daños colaterales. Se pelea el territorio y hay represalias contra la población que cohija al enemigo. 

Este día, lunes 21 de junio, el temor campea y se huele el miedo en el aire. 

Mensajes que se subieron a las redes sociales acabaron por atemorizar a la gente. Y mientras son peras o manzanas, porque no hay una autoridad que lo desmienta, una buena parte de los empleados nocturnos de las maquiladoras dejarán de ir a su trabajo. 

Las malditas y al mismo tiempo benditas redes sociales están anunciando enfrentamientos, persecuciones y balaceras hacia la zona oriente, donde ocurrió la masacre del sábado. 

De vez en cuando se ve algún convoy de soldados o de la Policía Estatal para tratar de desmotivar o neutralizar cualquier brote de violencia gangsteril. 

Hasta el momento los operativos han demostrado su inefectividad, porque la táctica de los delincuentes es provocar el pánico. Algo que están logrando con creces. 

No cabe duda que estamos viviendo en período de involución de la Especie Humana, donde los australopitecus, zinjantropus y procónsules no se diferenciaban tanto de los animales con los que compartían su hábitat. 

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “El individuo valeroso mantiene sus signos vitales hasta el momento en que el medroso lo desea”. (El valiente vive hasta que el cobarde quiere). 

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