Bugs
Dejemos por un momento el lenguaje inclusivo y no binario (nb), que me parece una jalada de pelos, para adentrarnos en el fascinante mundo de los dibujos animados.
Yo, cuando era un pegaso chaval, disfrutaba mucho las caricaturas de Bugs Bunny.
Me emocionaba cuando, después de chorrocientos comerciales de Gansitos Marinela y Paletas Payaso, finalmente aparecía la cortinilla de la Warner Brothers que anunciaba el ansiado programa.
De los capítulos que más recuerdo, está uno llamado “Rabbit of Seville” (El Conejo de Sevilla), una parodia de la célebre ópera de Rossinni, “El Barbero de Sevilla”.
En un escenario de teatro, los asistentes se preparan para gozar de la alegre música. Mientras tanto, en la parte exterior, un furibundo Elmer Gruñón, persigue con su escopeta al escurridizo dientón, quien entra por la parte trasera del edificio para esconderse.
Acto seguido, Bugs hace que se levante el telón del escenario y el Director de la orquesta empieza a tocar la tan esperada pieza, mientras que el roedor hace de las suyas con la calva del cazador.
Otro capítulo que dejó una honda huella en mi tierna infancia se llamó “Hill Billy Hare” (Bugs y los montañeses, en español).
Esta vez dos barbudos montañeses con sus amplios sombreros, persiguen a nuestro personaje hasta el pueblo, donde hay una feria rural. Los músicos empiezan a cantar al ritmo de “square dance”. Sale Bugs disfrazado de coneja sexy y empiezan a bailar, siguiendo las instrucciones del vocalista.
“¡A bailar! Hagan el saludo, que es de rigor. Junten las manos y den la vuelta, ya empezó el baile de esta fiesta. Todas las parejas tienen que bailar para que no se aburran”,-decía.
Más adelante, el vivillo Bugs agarra un violín y sale hacia el monte, donde continúa con el canto, mientras los montañeses lo siguen, haciendo todo lo que les dice, cayendo al río, bailando con cerdos y lanzándose a un precipicio.
Había otros personajes, como Piolín, Silvestre y la Abuelita, el Correcaminos y el Coyote, el Pato Lucas, Porky y Cicerón, el Gallo Claudio y Quique Gavilán, Speedy González, el Marciano, Pepe le Pew y otros.
Todo ese contenido lo disfrutaba yo en mi tierna infancia.
Pero ahora, desde mi perspectiva de adulto, no puedo menos que notar todos esos estereotipos que caen en figuras como el racismo, el acoso sexual, la homosexualidad y el sadomasoquismo.
Porque díganme, después de tanto putazo que se da el Coyote persiguiendo al Correcaminos, ¿por qué insiste en atraparlo? Eso se llama masoquismo.
Igual sucede con Silvestre. ¿Hasta cuándo va a aprender que no es bueno comerse al canario de la abuelita, sobre todo cuando en el fondo es una lunática perversa?
El Pato Lucas le tiene envidia a Bugs Bunny, también llamado “El Conejo de la Suerte”, Speedy González es un ratón mexicano que ayuda a un montón de zarrapastrosos que siempre están metidos en problemas por su carácter holgazán y apocado. Si eso no es racismo, díganme qué es.
Pepe le Pew, conocido en México como “Pepe el Zorrillo”, se dedica a perseguir y acosar a un gato al que, desafortunadamente, le cae pintura blanca en la cola, para hacerlo víctima de sus más bajos y apasionados instintos afrancesados. Lujuria.
Porky y Cicerón son dos cerditos que nada más están vestidos con un chalequito y un moño. Pero por lo menos, ellos llevan algo de ropa, porque Bugs, Lucas, Silvestre y demás personajes, siempre andan desnudos, o, se supone, cubiertos con su pelo o plumas naturales.
Estos dibujos animados fueron producidos por Leon Shlesinger (un judío) como parte de un programa llamado Looney Tunes y Merrie Melodies para la empresa Warner Brothers y tuvieron gran éxito.
Pero no fueron los únicos. En otro universo aparecen Mickey Mouse, con todo un ejército de personajes de Walt Disney, o Los Picapiedra, y Don Gato y su Pandilla, de Hanna Barbera.
Sus caracteres influenciaron a varias generaciones, incluyendo la mía, la de los “Baby bloomers”, con toda esa serie de estereotipos y prejuicios que ya de adultos asoman en nuestra personalidad.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Bugs Bunny: “¿Qué situación novedosa prevalece, individuo añoso?”. (¿Qué hay de nuevo, viejo?)