Tapachula, Chis.– Los miles de migrantes haitianos y de distintas nacionalidades que se encuentran en Tapachula, Chiapas, viven en incertidumbre y desesperación. Nadie les explica por qué no hay respuesta a las peticiones de refugio que han realizado desde hace meses. Algunos tienen cita ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) hasta enero. Se preguntan si el atraso se debe a su color de piel y piden, incluso, que otros países ayuden a México para darles comida y atención médica.
Este lunes, Carilne salió de una oficina de la Comar con una sonrisa incrédula. “No me dijeron nada”, indicó azorada al no hallar certeza de si su caso será atendido. Sólo recabaron sus datos y los de su esposo, Jacky, así como los de sus dos hijas, Wood-Mylove y Mendjena, de tres años y diez meses, respectivamente, quienes nacieron en Chile durante su periplo desde su país caribeño. Tras esta primera visita, dejó el lugar sin saber cuándo debe regresar.
Makenley Pierres busca ayuda para su esposa gestante de seis meses; en dos meses que lleva en territorio mexicano nadie la ha atendido, pues acudió a un par de médicos que no la quisieron recibir por no poder comprobar su estancia migratoria. Dejó América del sur con su esposa, quien fue víctima de agresiones sexuales en su paso por el norte de Colombia. Su mirada se moja de lágrimas al momento de manifestar que no sabe dónde atenderán el parto.
Se sienten relegados
Sentado en un triciclo de un amigo al que acompaña a vender agua, Jean Carlos expresa que con cada rechazo en la comisión está peor. Viaja con dos hijos y su esposa, y a veces no tienen ni para comer. Afirma que los hondureños y guatemaltecos han tenido mejores resultados y a los haitianos, como él, les retrasan los procesos. “Creo que es por racistas, por discriminación”.
Las puertas de una oficina de Comar, cerrada para Makenley, se abre un momento para que Blanca, originaria de Nicaragua, ingrese a su cita. “La atención ha sido muy buena con nosotros porque desde el primer día que venimos tuvimos una respuesta”, cuenta al momento de recordar que huye de su país porque su familia es perseguida por el gobierno.
De pie, al lado de una valla de protección, Jeff está preocupado, pues al menos 20 personas con las que convivía en el parque Miguel Hidalgo del centro de Tapachula, sitio convertido en su “dormitorio”, ahora están desaparecidos. Culpa de ello a los carabineros, como nombra a los policías tras su paso por Chile.
Cuando relata los “horrores” que pasó, los ojos de Selena denotan tristeza. Ha visto como en su trayecto han fallecido varios niños de un grupo de haitianos a los que ya considera su familia. “Está muy terrible para nosotros, ha muerto mucha gente, pero no se sabe eso”.
Reprochan los retrasos
Por la mañana, decenas de haitianos, cansados de la espera, realizaron una marcha –la sexta en un par de meses– desde el centro de Tapachula hasta dos de las oficinas de la Comar y del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados, a un kilómetro y medio, para reprochar por la respuesta lenta.
Las protestas son distintas para los haitianos: ellos lo hacen con ritmo. Con una bocina a todo volumen bailaron por las calles canciones de la banda Ram, a la que definen de música de revolución con toque caribeño, contagiando con su danza a quienes les veían desde las banquetas.
Portaban pancartas como en la que se leía: “Hace dos años masacraron migrantes. Necesitamos saber si es la estrategia del INM para nosotros también”.
Al contar su historia, Gasner lo hace con una voz fuerte. “Tengo que comer y darle a mi familia, sólo queremos trabajar; ir a Tijuana, a Matamoros, donde sea para buscar una fuente de ingresos, pero es imposible”. Al igual que la mayoría de los haitianos, Gasner no desea participar en caravanas.
Frente a la Comar, un hombre haitiano tomó una piedra y persiguió a otro caribeño hasta un bar a un par de cuadras. Se hicieron de empujones y algunos golpes. El motivo fue porque le vendió un carnet migratorio por mil 500 pesos que al presentarlo a la autoridad provocó que lo deportaran a Guatemala. Regresó para cobrarle por la estafa.
Cuando la marcha llegó a las respectivas oficinas de la Comar y la Acnur, nadie los recibió.