AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Estrellas  

¿Ya lo ven? 

¿No se los dije? 

¡Los conozco como si los hubiera parido! 

Efectivamente, después de las exequias al cantante Chente Fernández, no faltó conductor de programa televisivo que no dijera que estuvo a la altura de las Tres Estrellas en el Cielo, Pedro, Jorge y Javier. 

Uno de ellos decía, y esto es cierto, que antes de ser famoso, eran sus ídolos y tenía el sueño de llegar a ser como ellos. 

¡Y lo logró!-dijo un lambiscón. 

Yo pienso que para que Chente se convirtiera en inmortal como ellos, solo le faltó algo: Morir joven. 

Jorge Negrete falleció a los 42 años, Pedro a los 40, Javier a los 35 y el tal Chente, a los 81. 

A pesar de que tuvieron una carrera relativamente corta, las Tres Estrellas dejaron un legado mucho más rico que el de Huentitán. 

Está bien, no construyeron un auditorio como en el que fueron velados los restos del “ex charro sexi”, pero nos heredaron sus canciones y sus películas. 

Negrete era tenor, y en un tris estuvo de dedicarse a la ópera, pero finalmente prefirió la música vernácula. 

Se decía de él que tenía una voz tan potente, que podía escucharse claramente hasta el tercer piso de un edificio, sin necesidad de esforzarse. 

Pedro, a diferencia de Jorge, contaba con una voz suave, aterciopelada, que enamoraba a las mujeres. 

Aunque no era un gran intérprete, sí le ponía mucho sentimiento, y por eso mismo fue conocido a nivel internacional. 

Tras el fallecimiento de los dos grandes, parecía que nadie iba a poder llenar ese enorme espacio en el corazón de los mexicanos. 

En el sepelio de Pedro, un jovencísimo Gabriel Siria Levario cantaba junto a otras figuras ya consagradas, y apenas unos años después, ya se escuchaba en la radio su voz, que tenía la potencia de Jorge Negrete y la suavidad de Pedro Intante. 

Así nació la Tercera Estrella en el Cielo de México: Javier Solís. 

¿Quién heredaría entonces su reinado después de muerto? 

Quien se perfilaba, Jorge Valente, fue traicionado por un charrito montaperros que venía de cantar en las cantinas de la capital. 

A pesar de que lo presentó con algunos productores,-los cuales no creían en él- gracias a la recomendación de Valente, Vicente Fernández grabó su primer disco, y pronto opacó a su benefactor, a quien llegó a vetar en las radiodifusoras y palenques. 

Aunque Chente sí tuvo su lugar en el firmamento de la música mexicana, difícil será que se convierta en la Cuarta Estrella. 

Pero no sé. ¿Quién soy yo para asegurarlo?  

Ya ven que Telerisa y Tele Aztuerca ya lo están encumbrando, así que pronto estarían haciéndolo oficial. 

Recuerdo una película de Cornelio Reyna, creo que se llamaba “Lágrimas de mi Barrio”.  

El personaje de Cornelio soñaba con ser como los cuatro grandes: Jorge, Pedro, Javier y José Alfredo, y su amigo, interpretado por el “Flaco” Guzmán, le decía algo así como esto: “Y tú que soñabas con ser la quinta estrella”. 

Así, Chente Manos Largas soñó con ser la estrella número cuatro en el cielo mexicano, lugar que no alcanzó ni siquiera el más grande compositor, José Alfredo Jiménez. 

A los verdaderos admiradores de Jorge, Pedro y Javier, el hecho de querer comparar con ellos al Chente suena como un insulto. 

Por eso, aquí concluyo esta colaboración con el refrán estilo Pegaso: “Entrar en somnolencia carece de costo”. (Soñar no cuesta nada). 

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