Ciudad de México.- Qatar 2022 sueña con ser el mejor Mundial de la historia y para lograrlo le ha apostado por completo a un proyecto muy claro: la sustentabilidad. El poder económico del país árabe le ha permitido soslayar sin ningún apuro todos los compromisos a un año del comienzo de su Copa del Mundo; incluso, ha desarrollado un concepto en el que después de esta competencia no habrá desperdicios en infraestructura.
Destinado a desaparecer
El mayor ejemplo de desapego y compromiso con la idea de la sustentabilidad –a la que se abrazó desde un principio Qatar– es el estadio 974. Este inmueble de 40 mil aficionados tiene la peculiaridad que está hecho con 974 contenedores (de ahí el cambio de nombre de Ras Abu Aboud a la cifra con la que está construido), los cuales arman su estructura sustituyendo los bloques y el uso de cemento.
El estadio 974 fue inaugurado durante esta Copa Árabe para ser sede de varios juegos de la fase de grupos, las semifinales y el tercer lugar; sin embargo, su destino está fijado: cuando termine Qatar 2022 este coloso desaparecerá por completo, aun cuando su inversión fue de 200 millones de dólares.
Sí, pese a que es el estadio con menor distancia respecto al centro de Doha, su función únicamente se limita a la Copa del Mundo al no existir algún equipo de la Liga local que lo use después.
Los bloques del estadio se destinarán a otros complejos deportivos, así como las gradas y pasto para que no haya ningún desperdicio de todos sus materiales.
Y así como este inmueble desaparecerá por completo, la gran mayoría también sufrirá modificaciones en su aforo. Los estadios de Al-Janoub, de Ciudad la Educación, Ahmed Bin Ali, Al-Thumama, incluso el Lisail, pasarán a tener solo 20 mil asientos; mientras que el de Al Bayt también se reducirá a la mitad, de sus 60 mil butacas le quedarán solo 30 mil.
Las butacas de todos estos inmuebles se donarán a otros países de la región para mejorar sus instalaciones deportivas.
Su propio pasto
Yasser Al Mulla mira con detenimiento y satisfacción la alfombra que se abre ante sus ojos. Es el césped mundialista. Sí, para la Copa del Mundo, Qatar decidió desafiar todo, incluso al propio desierto. “Es un sueño hecho realidad, la muestra de que no hay imposibles”, dice con mucho orgullo el director de este proyecto.
En total son 880 mil metros cuadrados los que se han destinado para el vivero de Doha, y por la premura de la Copa del Mundo, 425 mil de esos metros cuadrados se enfocaron exclusivamente en el crecimiento y cuidado de ese pasto.
Hace tres meses se colocó el césped para el último estadio que faltaba, el de Lusail –que albergará la Final de la Copa del Mundo–, así que este vivero podrá enfocarse en la tarea de ser un centro de acopio y desarrollo de la naturaleza. En total hay 670 mil arbustos y 16 mil árboles, de 60 tipos diferentes, originarios de Qatar, Tailandia y España.
“Para mí es un sueño hecho realidad, es mi legado; esto es una pequeña contribución para el país y la gente que vive en Qatar; es un gran esfuerzo que se ha realizado para realizar algo como esto, esperamos que aporte al año 1.2 millones de metros cuadrados de césped, es una producción enorme. Tanto el gobierno como yo creemos que nada es imposible de hacer”, agrega Al-Mulla.