La III T
(Los Tres Tristes Traidores)
En la segunda mitad del sexenio de Manuel Cavazos Lerma, el líder de la mayoría del Congreso tamaulipeco, Homar Zamorano Ayala dejó esa responsabilidad para ser candidato a la alcaldía de su natal Matamoros. Por prelación política, quedó en su lugar el riobravense Juan Alonso Camarillo.
Por el paisanaje y una amistad originada desde la escuela secundaria, Alonso Camarillo me invitó a colaborar –fuera de la nómina oficial¬– en el equipo que le ayudaría a construir la gobernabilidad de esa Legislatura.
Dos años, estuve observando minuciosamente a un Parlamento tuti-fruti.
Vi, cómo se construyen mayorías.
Vi, cómo se destruyen minorías.
Visualice, el espíritu más oscuro y más brillante de nuestra clase política.
Atestigüé, las corrientes de estipendios que llegaban hasta los bolsillos de legisladores de todos los grupos parlamentarios. También, escuché, cómo pedían sus monedas de cambio para votar por tal o cual iniciativa.
Dinero complicadísimo de seguir: no facturas, no recibos, no documentos.
Una de las argucias más recurrentes, que intentaba limpiar la moral de los legisladores ante los cañonazos, era o abstenerse de votar, o no asistir a la discusión del dictamen.
Sencillo.
De esa manera, presuntamente, quedaba limpio ante una responsabilidad que podría costarle capital político o con sus representados o con sus correligionarios de partido.
Eso me recuerda, la treta, que estructuraron los dirigentes de la mayoría panista y la autonombrada Coordinadora parlamentaria, Carmen Lilia Cantúrosas. Su “Grupo” “parlamentario”, lo conforman otros dos: Rigoberto Ramos Ordóñez y Leticia Sánchez.
Hicieron el manido truco de inasistir a la asamblea parlamentaria y dejar que el panismo sacara su propuesta cómodamente.
La tercia de legisladores de “Izquierda”, se desaparecieron.
Ni siguiera fueron a participar en el debate y dejar constancia de su militancia en la IV T, la cual presumen a diario en videos y escritos en redes sociales.
En la época de Alonso Camarillo, el escrutinio público era menor. Hoy, los ciudadanos a cada minuto digieren información aún antes de que los actores políticos se den cuenta del impacto de sus actos.
Así la tercia malandra.
Antes de que se terminara la sesión, ya estaban siendo calificados de traidores a la IV Transformación por su deleznable conducta. Su voracidad y su inexperiencia para flotar en las procelosas aguas de la Izquierda, los tienen en estos momentos si no ante su expulsión, sí ante el descrédito y el desprestigio que en los grupos de la izquierda social son la muerte cívica.
Los tres tristes traidores, iban bien.
Ahí la llevaban.
Habían logrado engañar a decenas de militantes de MORENA, con sus flamígeros discursos en el Congreso.
Pero ya era mucho tiempo para mantenerse con las uñas ocultas e impolutas.
Afloraron, afiladas, ávidas, repugnantes, ante un evento que necesariamente les redituó millones de aplausos y abrazos de sus ahora íntimos amigos: los diputados panistas.
Una pena por Cantúrosas.
Una vergüenza por su padre.
Recordaré un pasaje que leí en una entrevista de Angel Guerra Salazar con Carlos Cantú Rosas, cuyo poder asociativo es obligado recordar. Dijo, cuando el periodista le preguntó por uno de su ex aliados:
–Pobre muchacho. Dejó colgada su zalea, en la sala de las inmundicias humanas. ¡Ahí, donde trompean los puercos!..