LA FUERZA DEL AMOR SE MIDE EN LA CAPACIDAD DE SACRIFICIO

Opinión

El sacrificio y el amor van de la mano y se complementan. De hecho, no se puede amar si no se está dispuesto al sacrificio y el sacrificio que no se vive por amor se convierte en un motivo de desesperación, es decir: el sacrificio tiene sentido por el amor.

Toda la historia de la humanidad es un entretejido de sufrimientos, que nos viene de diferentes modos. En la Biblia, que nos narra la Historia de la Salvación nos enseña que después del pecado de Adán, el dolor será una realidad irrenunciable en el paso del hombre por esta tierra. Dios dijo a la mujer: “multiplicaré tus sufrimientos en tus embarazos” (Gen 3, 16), A Adán le dijo: “con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Gen 3, 19). 

Lamentablemente, el hombre de hoy se niega a toda costa al sufrimiento y busca eliminar las formas de sufrimiento. La experiencia nos enseña que, cuando más se huye del sufrimiento más se hunde en el dolor moral y se vacía la vida y da como resultado una existencia desesperada y frustrada. El absurdo y sin sentido de la vida.

Todos los seres humanos, aunque se manifiesten ateos, en el fondo de su corazón y de su conciencia hay algo que les habla de Dios, muchas veces ese lenguaje divino no se entiende, porque viene revestido de dolor, sufrimiento, consecuencia de vivir a espaldas de Dios. Cuando Israel perdió la visión de ser pueblo elegido de Dios manifestó su falta de amor, fidelidad y conocimiento de Dios, entonces perjurió, calló en las más grandes maldades: mentira, asesinato, y robo, adulterio, violencia, sangre derramada delinocente, por eso la tierra está en duelo y se marchita cuanto en ella habita” (Os 4, 1-3).

¿Cómo puede actuar Dios ante la realidad tan desordenada de su pueblo? El profeta Oseas, vive en carne propia una experiencia dolorosa, y es que Dios para mostrarle el sentido del dolor que Dios siente cuando su pueblo se extravía de sus caminos. Dijo Dios a Oseas: “Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y comete adulterio, como ama Yahvé a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses” (Oseas 3, 1-5). Este es un momento muy doloroso para el Profeta, porque era la vergüenza del pueblo, todos sabían que su esposa le había sido infiel. Pero su dolor sirve para Dios mostrar al pueblo de Israel, como llora su corazón cuando sus hijos hacen lo que Él reprueba.

El sacrificio está unido a la entrega, es donación de sí mismo a la obra de Dios. El mayor ejemplo de este sacrificio esta en la persona en Jesús, Hijo de Dios. Reflexionar en el  sacrificio de Jesús en una mirada profunda nos lleva a rendirnos delante de Él, mira la cruz y contemplar al crucificado nos purifica, nos sana, nos salva, nos libera de la soberbia de creernos con el sólo derecho de gozar.

Contemplar al Hombre perfecto, llevado al más grande sufrimiento es una herida a nuestra tibia espiritualidad de los creyentes y la frialdad de los ateos, pero Él, que nos provoca la herida, es el mismo que nos da el bálsamo de su amor, en Él se comprende el dolor, el sufrimiento y sacrificio como realidades que hay que afrontar sin frustración sin temor en el presente y furo.

EL VALOR DEL SACRIFICIO

¿Por qué Cristo actuó de esta forma? ¿No tenía Cristo siendo Hijo de Dios, el poder para eliminar el dolor y darnos una vida placentera?

La razón del sufrimiento de Cristo hay que buscarla en nuestra propia necesidad, era necesario que Cristo sufriera, para que nos diéramos cuenta que nos amó hasta el extremo. El sacrificio de los padres por sus hijos, como el que realizan ahora en la casa, es fruto de ese amor de Dios manifestado en la persona de su Hijo Jesús. El sacrificio nos hace crecer fuertes y entrenados para vencer el mal. Muchos padres cometen el error, de educar sus hijos en una vida sin sacrificio, que no sufran como ellos, el resultado es que así alimentan  su egoísmo, autosuficientes, orgullosos y soberbios.

El sufrimiento entendido como Cristo lo entendió hace fuerte al hombre, lo purifica y lo hace capaz de amar. Las parejas de novios que se sacrifican y optan por la abstinencia sexual, es decir una vida casta, preservarse para su matrimonio, después son matrimonios felices.

“Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo, pero si muere dará fruto abundante” (Jn 12, 24).  Sufrir por sufrir es una auténtica locura, llegando a ser masoquista. Pero sufrir por la causa del amor de Dios es la fórmula más perfecta para que el hombre se realice en su plenitud; ya que la finalidad no es el sufrimiento, sino el triunfo. No se echa el grano el surco para que se pudra, sino para que dé fruto. Jesús sufrió la más ignominiosa muerte para salvarnos y demostrarnos su infinito amor. El sufrimiento está en función del amor, cuando en un corazón hay amor, el sufrimiento no deprime, no angustia, sino que le da fuerza al mismo amor, y por tanto a la vida.

Cristo no vino suprimir el sufrimiento, sino a transformarlo en energía que sirve para potenciar el amor. Aplicado en el plano humano, nunca se podrá suprimir el sufrimiento en la vida de quien ama de veras. Porque amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que al otro pueda hacer feliz. No puede amar el que no está dispuesto a sacrificarse por los demás. Podemos concluir diciendo: “quien rechaza el sacrificio, rechaza el amor, y quien rechaza el amor y rechaza la vida, ya que una vida sin amor es una vida sin vida.

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