Y ganó el árbitro

Opinión

Ayer se realizó el primer debate entre los tres candidatos a gobernador en Tamaulipas, organizado por el Instituto Electoral de Tamaulipas.

Los ciudadanos tamaulipecos en general, los electores y los interesados en la política, tuvimos la oportunidad de ver el desempeño ante las cámaras del trío formado por Arturo Diez,  Américo Villarreal y César Verástegui.

Los cito en el orden en que aparecieron en la pantalla de izquierda a derecha y no por su desempeño o la preferencia que lleven entre los electores.

Los ciudadanos vimos a las personas, más que a los partidos.

Los tres fueron trajeados, con corbatas naranja, guinda y azul, respectivamente, en congruencia a los principales partidos que les postulan  Movimiento Ciudadano, Morena y Acción Nacional.

Los tres llegaron bien peinados y a pesar de algunos leves dimes y diretes, no se despeinaron ni física ni políticamente.

El más tranquilo, directo y sin nerviosismos, aunque de pobres propuestas fue Arturo Diez.

El  más nervioso, tenso e inseguro y más agresivo al final, pero en base a calificativos e insultos, fue César Verástegui.

Mientras que Américo Villarreal, transitó entre un poco de nerviosismo e inseguridad. Para no perderse optó por la lectura de la mayor parte de sus intervenciones.

Arturo Diez cuestionó a sus dos oponentes en forma recurrente, pero sin lograr sus respuestas como lo esperaba.

Verástegui, de pobres propuestas y argumentación, a la mitad del camino orientó sus cuestionamientos a Américo Villarreal, su real adversario.

Lo cuestionó en los temas de salud,  inseguridad y  honestidad,  citando la reducción del apoyo federal a la atención de niños con cáncer,  la política de abrazos no balazos en materia de seguridad y lo acusó de nexos con «Los Carmona».

Américo Villarreal fue cuidadoso en sus respuestas:  En materia de medicinas dijo que el Gobierno del Estado no se adhirió al INSABI y por tanto es el culpable de la falta de medicinas en hospitales estatales;  y dijo que la inseguridad de atiende de manera integral, no solo con balazos; en tanto que rechazó los presuntos nexos con delincuencia, aduciendo que le tratan de inventar una carpeta judicial, como fue el estilo del actual gobierno.

Fueros descalificaciones superfluas y las respuestas igualmente superficiales.

Ya en la salida, Verástegui hizo otras descalificaciones, pero con calificativos e insultos, llamando mantenido por el suegro y tarugo a Diez; así como tibio a Américo, en tanto que intentó defender su apodo de «El Truco», que se lo echó en cara Diez.

Pobres en los general fueron las propuestas de los temas que se abordaron en el primer debate: Desarrollo Económico y Empleo;  salud  y seguridad pública.

Los tres coincidieron en la necesidad de atraer mayor inversión,  respaldar a las microempresas;  mejorar infraestructura de hospitales y abasto de medicamentos, así como en capacitación, depuración y mejora salarial a los policías.

Américo fue más amplio en las exposiciones en función de que se apoyó en la lectura de los mensajes, pero más de la mitad del tiempo fue en rollo ideológico y no en propuestas concretas.

Se confirmó que ninguno de los tres es un buen orador, ni tienen la habilidad de conectar con eficacia las neuronas con la lengua.

Diez Gutiérrez fue muy reiterativo, de frases cortas. Incluso en el tema de seguridad habló de economía. Le quedaban espacios en blanco en el tiempo.

Américo fue el mejor sincronizado en los tiempos, pero el excesivo apoyo en la lectura y el rollo ideológico le restó impacto. Fue quien más se dirigió al auditorio para solicitar el voto, lo hizo en cada tema, en la apertura y despedida.

César, estuvo muy titubeante y hasta se quedó sin palabras en la etapa inicial. Y al final buscó salir del bache con los ataques directos en especial a Américo y en la salida a sus dos adversarios, pero con insultos y calificativos.

Hay una máxima que dice que cuando se acaban las ideas o argumentos se llega al insulto.

Esa fue la historia del primer debate.

En lo personal, como indeciso, ninguno me convenció por lo expuesto y su desempeño en este ejercicio de difusión de ideas, programas y plataformas electorales, así como confrontación de las propuestas.

Fue como un partido de fútbol entre el Cruz Azul y Toluca, con un final de 0-0 con tarjetas amarillas. Solo que aquí fueron tres contendientes.

La mejor parte, se la llevó «El Arbitro», es decir, la moderadora Ana María Lomelí.

Menos nerviosa, mayor aplomo, mejor voz, sin recurrir a lectura.

Y aunque usted no lo crea, traía mejores datos que los candidatos.

Conclusión: Triple empate. Las palmas se las llevó «el arbitraje».

Espero que el segundo debate, el 22 de mayo sea mucho mejo, un verdadero debate.

Me quedaron a deber. Sigo indeciso.

¿Y usted, apreciado lector?

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